El Volapié

Basura

El último día esta habitual columna finalizaba afirmando que en la España democrática los tránsfugas son legales. Sin embargo, la realidad es mucho más grave, porque el transfuguismo además de ser legal resulta altamente rentable pues siempre tiene premio, y en muchas ocasiones este consiste en una concejalía de urbanismo. Si la política suele ser un sumidero de inmundicias, salvo honrosas excepciones, los tránsfugas son desperdicios que deberían ir a parar al estercolero.
Manuel Domínguez fue un torero sevillano de mediados del XIX que un día sufrió un derrote en la cara y el pitón le provocó que un ojo se le saliera de la órbita quedándose colgando sobre la mejilla. Domínguez, en un alarde temerario, se lo terminó de arrancar, lo arrojó al albero y continuó toreando tras gritar: ¡Desperdicios! Desde entonces ese fue su ilustre apodo porque pocas veces unos desperdicios sirven para honrar.

Volviendo a la cuestión de la basura propiamente dicha y sin entrar por ahora en los asquerosos tránsfugas –comprueben los facciosos que no hago distingos entre grises y marrones– tenemos entre las manos unas bolsas de plástico que nos entregan en los supermercados y que según parece se van a extinguir. Los argumentos que nos cuentan están relacionados con la protección del medio ambiente, porque de los 10.500 millones de estas bolsas que se fabrican en España sólo se recicla el 10%, porque son una amenaza para las especies de flora y fauna, porque pueden tardar en degradarse hasta 400 años y porque emiten una importante cantidad de dióxido de carbono (antes llamado anhídrido carbónico) a la atmósfera contribuyendo negativamente en el cambio climático. Por lo tanto ahora nos van a vender bolsas reutilizables que son muy cómodas, ocupan poco y además así quitan 5 millones de euros de gastos en su cuenta de resultados.

Disculpen que no me crea mucho esta historia. Si a estos magnates les importase sólo un poco el medio ambiente no permitirían que un simple filete de pescado congelado estuviese contenido en dos bolsitas de plástico más una caja de cartón. O que el paquete de rosquillas glaseadas fuese también de plástico y además recubierto por una capa de cartoncillo satinado. Disculpen, pero lo que pesa son los euros de ahorro, porque las empresas se constituyen para ganar dinero, que del medio ambiente ya nos tenemos que ocupar los españolitos contribuyentes.

Tengo que dejarme un hueco para seguir escribiendo sobre la basura, los desperdicios y el transfuguismo que está a punto de eclosionar en Villena –comprueben los facciosos que escribo sobre política local siempre que lo considero oportuno– y será legal con su correspondiente premio.

Dimitir del cargo en el que uno se considera excluido sería como lo del ojo del diestro sevillano, pero la vida fuera de las concejalías y de los puestos de fácil adjudicación es mucho más dura que la lidia en los ruedos, que más vale sueldazo sin honra que honra y en el paro.

Acaban de tocar a la puerta a traerme la respuesta a cómo sobrevivir al fin de este mundo, pero la columna de hoy no da para más.

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