El Diván de Juan José Torres

Belén Colás Martínez

En mi anterior artículo en EPdV, fechado el veintisiete de diciembre de 2017 y cuyo título es “Contradicciones Imperdonables”, hago una mención del Juramento Hipocrático que declaran los profesionales de la medicina antes de comenzar a ejercer esa profesión. Ya sabemos que los juramentos, pronunciados o escritos, palabras son y muchas veces quedan en papeles mojados o desaparecen las promesas al ser llevadas por el viento. Pero en otras ocasiones, afortunadamente, los compromisos adoptados se cumplen rigurosamente y redundan en el beneficio de la sociedad.
Y pongo como ejemplo a Belén Colás Martínez, médica de cabecera del Centro de Salud II, situado en los aledaños de la Plaza de Toros. Desde mi punto de vista, y estoy seguro de que mi opinión es compartida por la mayoría de las personas, todos los profesionales que trabajan en la atención directa con el público, ya sean funcionarios o en el sector privado, deben tener dos cualidades: profesionalidad (con los soportes de la experiencia y el conocimiento) y empatía. Si se tiene lo primero pero se carece de lo segundo resultará un fracaso anunciado, pues de poco servirá conocer su oficio si no se es agradable; si se atesora lo segundo y se flojea en lo primero el déficit se nota menos porque se disimula más, pero la decepción aflorará más tarde.

La doctora Belén reúne ambas condiciones: excelente profesionalidad acompañada por una contagiosa simpatía. Porque aunque todo el mundo tenga un mal día, o una mala racha, no justifica esta adversidad actuar de despide-huéspedes, como así sucede a menudo. Pero hay casos excepcionales, como éste de Belén, que aunque seguro que tiene esos malos días, no se notan; no perciben los enfermos si tiene problemas personales o laborales, si está triste o enfadada, si agotada o aburrida. La virtud, en estos trabajos de relación médico-paciente, es conjugar al mismo tiempo una buena formación con un trato exquisito hacia las personas que acuden a las citas. Parece fácil pero no lo es y esta doctora obra, día sí y el otro también, ese difícil milagro cotidiano de convertir una rutinaria cita médica en unos minutos agradables.

El prodigio de que los pacientes, independientemente de la dolencia que tengan, salgan del Centro de Salud con la sensación de que han sido atendidos, inspeccionados, diagnosticados, revisados y aconsejados con buen ojo clínico y al mismo tiempo han sido escuchados y atendidos con una cortesía extraordinaria. Además, con Belén no existe esa virtual frontera que separa en los despachos al jefe con el subordinado o en las salas de consultas al médico del paciente. En la otra parte se encuentra uno con una persona que no está subida a una tarima o a un pedestal y que observa al otro por encima del hombro o con aires de superioridad.

Belén Colás Martínez es la personificación de la franqueza y la sencillez, de la humildad y el sentido del humor, de la hilaridad y la empatía, de saber transmitir el diagnóstico preciso y el consejo apropiado. Un ramillete de valores que no siempre, por su dificultad, concurren juntos y con tanta frecuencia. Suele también adjuntar estos dones con elevadas dosis de paciencia y en muchas ocasiones palia el temor de una supuesta enfermedad al renovar las esperanzas del paciente, que generalmente entra preocupado. Su enorme humanidad hace de efecto placebo, pues en determinadas situaciones alivia más una adecuada psicología que el tratamiento convencional para resolver síntomas patológicos.

Soy perfectamente consciente de que llegará el día que sus pacientes iremos a visitarla y ya no estará; no porque esté disfrutando de unas merecidas vacaciones, tampoco porque esté de baja por enfermedad. Ya no estará porque tendrá un nuevo destino o le habrán aceptado un traslado más cerca de su entorno familiar. Tendremos entonces que readaptarnos a la nueva situación con la seguridad de que la echaremos de menos. Para entonces, para cuando llegue ese día, sólo quedará el consuelo de que, allá donde vaya, seguirá siendo una modélica profesional que alegrará a sus nuevos pacientes; pero mientras tanto seguiremos disfrutando de sus citas.

Sirvan en todo caso estas líneas para mi admiración pública y mi homenaje personal hacia esta médica extraordinaria.

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Un comentario

  1. No sé quién serás pero …menudo pelotamen,tío!!!(jajajaja).Bueno…por lo menos está Dra no es Francisca Luisa Bernardina,joder!!!,no me extraña que hayan unicornios!!!!

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