Abandonad toda esperanza

Bocados de realidad

Abandonad toda esperanza, salmo 88º
Todavía me acuerdo de cuando hace años un crítico atacó con virulencia aquella película sobre la tan traída y llevada Generación X bautizada por el escritor Douglas Coupland, tachándola pese a su título de impostada. En cambio, defendía por su gran verismo Todo es mentira (otro título paradójico, vaya), el debut de Álvaro Fernández Armero con Penélope Cruz y Coque Malla, sobre la juventud española del momento.

Este dato ha permanecido en mi memoria por lo que tiene de inusual: el realismo (cojamos con pinzas el término) sigue siendo una asignatura pendiente en buena parte del cine patrio. Por ello es un milagro que existan directores como Jaime Rosales, preocupados por hacer de su estilo una herramienta para retratar la realidad.

Se acaba de estrenar La soledad, segundo trabajo del realizador barcelonés, una apasionante crónica de dos vidas entrecruzadas: la de Adela, separada y con un hijo de trece meses, que abandona el pueblo y decide empezar una nueva vida en la capital; y la de Antonia, que brega a diario con un negocio de alimentación y con tres hijas a cada cual más distinta.

El film de Rosales, ambientado en un Madrid muy reconocible, es una película que hay que ver para creer... Algo que ya ocurría con su debut, la espeluznante Las horas del día, donde Alex Brendemühl componía un impresionante retrato de un individuo gris en una ciudad igual de gris que él. Y hasta aquí puedo leer, si no quieren que les chafe la sorpresa...

En una entrevista para la edición española de Cahiers du Cinéma, Rosales se muestra como un cineasta preocupado por el lenguaje cinematográfico y la ética de su trabajo, algo nada habitual en los tiempos que corren. Y de paso, aparece retratado como un artista honesto que no engaña a nadie: sabe que el realismo, tal cual, no es posible en el cine, y que los silencios, tal y como existen en la vida real, no se dan en una película: su silencio siempre es expresivo, siempre quiere comunicar algo.

Y eso es lo que consigue en La soledad: comunicar; enseñarle al espectador bocados de realidad que muy bien podría ser la suya. Lo mismo que sucede con Half Nelson, magnífica película dirigida por Ryan Fleck y protagonizada por un profesor de instituto en un área deprimida de Brooklyn que lleva una doble vida: por la mañana ejerce de mentor de sus alumnos, por la noche es un yonqui que se rinde a las contradicciones de su cotidianeidad. Pero lo curioso es que no resulta tan sorprendente que en seno del cine independiente norteamericano exista una película así como que aquí alguien sea capaz de parir algo como La soledad.

Son dos películas magníficas que les recomiendo encarecidamente. Eso sí: si ustedes son de los que acuden al cine con la única finalidad de evadirse de sus problemas, mejor se me van a ver Piratas del Caribe 3, Spider-Man 3 o cualquier otra que lleve un 3 detrás.

La soledad y Half Nelson se proyectan en cines de toda España.

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