El Diván de Juan José Torres

Camps: inocente pero responsable (o irresponsable)

Por los pelos se ha librado Camps de ser condenado, por un reñido y ajustado cinco a cuatro. Por otra parte no entenderé nunca cómo juicios tan relevantes los dejan en manos de un jurado popular, cuya elección no despeja dudas y además, como ha sido el caso, redacta la sentencia a mano y con alarmantes faltas de ortografía, amén de incorrecciones en la escritura. No daré la enhorabuena a Camps porque, aun habiendo salido airoso, ha dejado un legado en la Generalitat deplorable y para mí, moral y políticamente, tiene causas pendientes: la de explicar a sus ciudadanos qué hizo para que seamos la Comunidad más endeudada de España.
Ahora salen valentones, como el alcalde de Busot, que desea a quienes hemos acusado a Camps una agonía en el infierno, no sé si se refiere al trance de la muerte o a las desventuras de la vida. Si aludía al sufrimiento moribundo su crueldad no merece gobernar a los vecinos de su pueblo; si pretende que sus enemigos políticos padezcamos las desgracias de la vida, su madre debería avergonzarse de él. Ya me vale con que no sea mi amigo, pero desear la muerte o que el azar se ensañe con alguien delata la nula humanidad de este chupatintas. Así que Camps tiene unos aduladores que a unos dan miedo, a mí repelús.

Pero luego aparece Gerardo Camps, exconseller de economía, y declara que “el Gobierno de Francisco Camps hizo lo que tenía que hacer, y que no es culpable de la crisis mundial”. Pero si decían que la culpa era de ZP, ¿cómo se les ocurre tanta sarta de mentiras y pretextos? Servidor trabaja desde hace muchos años con discapacitados psíquicos, y les puedo asegurar que tienen más humanidad y, me atrevería decir, más sentido común que el tal Gerardo. Mas volviendo al título de la columna, el expresident ha resultado ileso de su experiencia judicial, lo cual no quiere decir que no deba rendir cuentas a los ciudadanos.

Porque estamos deseando conocer, tan honorable que es, su versión de: ¿por qué los centros de enseñanza están tiritando por impagos, por qué se suprimen quirófanos y servicios en sanidad, por qué no cobran las farmacias, por qué están al borde del colapso las asociaciones socio-sanitarias, por qué las universidades no pueden hacer frente a sus compromisos, por qué tanto recorte a los funcionarios, por qué tanta subida de impuestos, por qué se respira tanta alarma social y por qué nos sentimos todos mucho más empobrecidos?

Y aunque me parezca a Mouriño, ¿por qué se gastaron las perras en el Centro de Benidorm, en la Ciudad de la Música, en la Torre de la Música, en el Mundo Ilusión, en el aeropuerto fantasma de Castellón, en la F1, en la América Cup, en el proyecto de las torres de Santiago Calatrava, que ya cobró pero están sin hacer, en el ridículo monolito de Carlos Fabra en su aeródromo y en frivolidades innecesarias? ¿Cómo justifica tanta falsa opulencia, tanto despilfarro inútil, tanta alegría en vaciar las huchas cuando los habitantes de esta Comunidad, incluidos miles de votantes suyos, nos estamos quedando a dos velas y con el culo al aire? ¿Tiene dignidad para contestar?

Yo le acuso de inmoral, de deficiente gestor, de gandul y vividor. No me extraña que Alberto Fabra, su sucesor, le aconseje una temporada de vacaciones. El daño que ha hecho a las arcas y a la imagen de esta tierra no sé si será irreparable, pero tardaremos mucho en estirar el cuello. Y no quisiera finalizar el artículo para preguntar a VCD, antaño campista, si no se les ocurre una mera nota pública de decepción al sentirse engañado, o estafado, por tan impresentable líder político; y por extensión al PP local. El jurado popular lo declaró inocente, la Comunidad arruinada NO.

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