Viéndolas pasar

Chapuceros

El miércoles de la semana pasada, el día 7 de enero, por ser concreto, aterrizaba junto a mi esposa en el aeropuerto de Bruselas. Sí, por más que moleste a algún asesor, vuelvo a hablar de mis viajes en vuelos baratos. El caso es que, aunque desde que el avión entró en el espacio aéreo de Cataluña, todo lo que se veía en el suelo estaba nevado, no dejó de sorprenderme que tomásemos tierra rodeados de un gran corte de nieve, estando las pistas accesorias del aeropuerto totalmente congeladas bajo una importante capa de hielo de varios centímetros. El funcionamiento de dicho aeropuerto apenas estuvo interrumpido un par de horas en el momento en el que más nieve caía. Inmediatamente después, se mantuvo operativo con absoluta normalidad.
Lo mismo puedo decir de las autopistas belgas. Tan pronto salimos del parking con el coche de alquiler, nos dimos cuenta de la gran cantidad de nieve que había por todas partes y la temperatura exterior de -10º C hacía presagiar la aparición de placas de hielo en cualquier rincón de dichas autopistas. Nada de eso: desde el kilómetro 0, las calzadas estaban en perfecto estado, mojadas, por supuesto, pero sin nada de hielo.

Y esto estuvo siendo así durante el resto de días, con mínimas de -15º C y máximas de 4º bajo cero. Tanto es así que paseando por Brujas tuvimos ocasión de caminar por sus canales sobre las aguas congeladas, un ambiente irrespirable que, sin embargo, no afectaba en absoluto a las comunicaciones terrestres. Una de esas noches tuvimos la ocurrencia de cenar en Amberes. A la vuelta la temperatura se mantuvo constante a 12º bajo cero, pero las autopistas seguían en perfecto estado.

Por la prensa digital pude seguir la evolución de este temporal de frío siberiano en España, donde una nevada fue suficiente para dejar “out” a todo un aeropuerto como Barajas y crear el caos en las carreteras de acceso a la capital. De risa. Y no le voy a poner culpas ni a Esperanza ni a Magdalena, Presidenta de la Comunidad y Ministra respectivamente. Tampoco a Rubalcaba, porque esto ya le pasó, nada más y nada menos, a Aznar en 2003 y 2004 –ambas las viví de cerca en la provincia de Burgos– y nuevamente a Zapatero en los años sucesivos. Por pasarle, le pasó a Vicenta Tortosa con aquella famosa helada que convirtió Villena en una pista de patinaje por culpa de la falta de previsión, aunque siempre se le cuelga el mochuelo a lo inusual de semejante situación. ¡Con lo fácil que es!

Lo cierto es que, a pesar de que mi opinión sobre Bélgica es bastante negativa en todos los sentidos, incluyendo las invisibles colonias de gatos, he de reconocer que la capacidad previsora y de recuperación ante semejante situación, es de sobresaliente 10. Y es que ya lo dijo alguien: “Un hombre previsor nunca tiene motivos para arrepentirse de serlo”. Si este país nuestro tuviese una pizca de capacidad previsora, seríamos una potencia mundial, pero aquí se ponen los remedios cuando el daño es irreversible y siempre decimos que hemos aprendido la lección para una nueva ocasión, la cual, cuando se presenta, nos pilla, de nuevo, con paso cambiado y con la lección olvidada, probablemente, al calor de estos veranos mediterráneos que vivimos cada año.

El colmo de los colmos es que el vuelo de vuelta del sábado día 10 partió de Bruselas con casi 5 horas de retraso. Uds. dirán que bajo estas condiciones es lo más normal. Pero el problema no era Bruselas y sus 12º bajo cero, sino los 2 ó 3 grados que el aeropuerto de Sevilla soportaba esa mañana, lo cual, unido a la falta de previsión, impidió el despegue de aviones por la mañana. ¡Increíble!

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