Pues no: pese a lo que pueda parecer por el título, no me dispongo a hablarles de Classics, el nuevo programa coloquio de José Luis Garci en Trece TV... Esto lo dejo para dentro de unas pocas semanas. La columna de hoy la reservo para recomendarles tres cómics reeditados recientemente que son ya verdaderos clásicos del medio, todos ellos concebidos desde el ámbito de la lengua hispana, y cuya recuperación no debe pasar desapercibida en ningún caso. Y menos ahora, de cara a las compras navideñas para regalar... o regalarse.
Permítanme que sea un buen anfitrión y empiece por los invitados: el malogrado guionista Carlos Trillo y el dibujante Horacio Altuna, ambos argentinos aunque este último viva en Sitges (Barcelona) desde hace cuarenta años, colaboraron juntos en diversas ocasiones: El último recreo o Charlie Moon, también recuperados recientemente por Astiberri, son buen ejemplo de su muy productiva asociación. Pero el título que nos ocupa ahora es mi favorito de entre todos los suyos en comandita: Las puertitas del señor López, una magnífica obra que después de estar agotada durante lustros -la edición anterior, a cargo de Planeta, resultó incompleta- vuelve a estar disponible en las librerías para el disfrute del respetable. Y en este caso es un disfrute mayúsculo: a lo largo de doscientas páginas, los autores nos presentan al señor López, un individuo aparentemente gris y anodino, un cero a la izquierda sumido en una agobiante rutina que se circunscribe a ir del ámbito doméstico -donde está dominado por una esposa insufrible y castradora- al laboral -en una oficina tan gris y anodina como él- y viceversa; pero que parece tener la capacidad de trasladarse a otros mundos a cuál más increíble con solo cruzar una puerta (normalmente, la de un baño público).
Este recurso, que puede leerse en clave alegórica o estrictamente fantástica, permite al protagonista, y con él a los lectores, viajar a los universos más diversos, muy influidos por el cine, y que recuerdan a géneros tan variopintos como la ciencia ficción, el terror, el bélico, la fantasía heroica, el wéstern o el relato erótico. Por supuesto, y tal y como ha pasado en nuestro país en diversas ocasiones (quién no recuerda la recepción de La caza de Carlos Saura o La cabina de Antonio Mercero, por ejemplo), estamos ante una obra que ha sido leída habitualmente como una metáfora de la represión y la falta de libertad de expresión que se vivió durante la dictadura (la argentina, en su caso). No obstante, al margen de cualquier interpretación posible, estamos ante un relato aparentemente sencillo pero en el fondo de una gran complejidad, y con un Horacio Altuna dibujando en permanente estado de gracia. En definitiva: Las puertitas del señor López es todo un clásico de la historieta latinoamericana, que merecía una reedición en un tomo tan maravillosamente diseñado como el presente, y en el que solo echo de menos algún artículo que sitúe la obra en su contexto histórico y aporte algunas claves para su lectura.
Este último factor no falta precisamente en La Pista Atlántica, volumen que incluye esta y otra historieta del alicantino Miguel Calatayud: El Proyecto Cíclope. Y es que estamos ante una encomiable edición de Desfiladero que se abre con dos artículos a cargo de los divulgadores y especialistas Álvaro Pons y Pedro Porcel, así como una reveladora entrevista con este Premio Nacional de Ilustración nacido en Aspe conducida por el mismo Porcel y Pablo Herranz, a la sazón editor de la obra; una conversación en la que Calatayud recuerda cómo fue la concepción de la obra y reflexiona a propósito de su producción artística. Se trata pues de todo un ejemplo a seguir en lo que a recuperar títulos clásicos -sean estos cómics u obras literarias- se refiere.
Pero centrémonos ya en el cómic propiamente dicho: las dos historias están protagonizadas por Gili Lacosta, una suerte de investigador privado al que siempre acompaña su fiel Romo, y que remeda con distancia crítica y mirada irónica el arquetipo popularizado por la novela negra y el film noir nacidos en la primera mitad del siglo pasado. Pero al igual que ocurre con, y perdón por lo socorrido del ejemplo, Blade Runner, se trata de un relato detectivesco ambientado en un futuro más o menos distópico: un tiempo irreal pero plausible (o así) donde el Viejo Continente y el Nuevo están unidos por la pista que da título a la primera historia. Pero aunque el relato se pueda disfrutar por lo que cuenta per se, qué duda cabe de que el mayor atractivo de una obra como la presente es el arte gráfico del autor de Peter Petrake, que destaca -incluso cuando trabaja en blanco y negro como aquí- por su arriesgada y abigarrada composición visual, muy influenciada por referentes cinematográficos tan diferentes como el expresionismo cultivado en la República de Weimar y las coreografías de Busby Berkeley en los musicales del primer Hollywood sonoro; y es que el trazo de Calatayud siempre ha bebido mucho más del arte pictórico de vanguardia que de los tebeos que manufacturaban sus contemporáneos. El resultado de la propuesta es todavía hoy tan impactante como lo fue en su día. Por cierto: al contrario que en el caso anterior, donde se ha modernizado la rotulación siguiendo el deseo expreso del propio Altuna, la presente de La Pista Atlántica es una edición histórica que conserva la característica y por tanto muy reconocible caligrafía de Miguel Calatayud tal y como vio la luz en el momento de su aparición.
Terminamos el trío de recomendaciones con quien fue en su juventud un auténtico enfant terrible de la historieta patria: Nazario. Del hoy considerado como padre del cómic underground español se recuperó recientemente la fundamental Anarcoma, y este año La Cúpula ha vuelto a publicar también el igualmente indispensable Alí Babá y los 40 maricones. Con estos dos títulos, su autor se consolidó como una figura clave de la historieta más provocadora y canalla, en unos tiempos pretéritos que enjuiciados a la ligera podrían considerarse como menos permisivos pero en los que seguramente podían editarse obras que hoy tendrían más dificultades a la hora de ver la luz. No obstante, bien es cierto que estamos ante un cómic que obtuvo cierta notoriedad cuando la oposición al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero puso el grito en el cielo y denunció escandalizada que estaba incluido en la lista de lecturas recomendadas por el Ministerio de Educación... sin percatarse de que ya aparecía en dicho listado cuando era su partido el que gobernaba.
Como se ve, estamos ante un tebeo obviamente para lectores adultos que es más recordado por las controversias que ha generado que por su propio valor intrínseco (que no es poco): el de una versión LGTBI del 13, Rue del Percebe de Ibáñez que de forma desprejuiciada y sin cortapisas reúne a una suerte de representación del colectivo gay que vive en un edificio barcelonés y frecuenta el bar situado en los bajos del mismo (el Alí Babá del título); y que Nazario emplea para abogar por la tolerancia, el respeto al prójimo y esa misma libertad de expresión cuya carencia denunciaba en cierto modo Las puertitas del señor López y que tanto vemos peligrar hoy en día. En definitiva: un título fundamental para entender el legado del que muchos podrían considerar como “el Ralf König español”... si no fuese porque él llegó antes. Así pues, en todo caso y por justicia poética, el autor de El condón asesino debería ser conocido como “el Nazario alemán”.
En resumidas cuentas: estamos ante tres títulos que no pueden faltar en la biblioteca de cualquier lector y coleccionista de cómics que se precie de serlo. Y es que pronto comprobaremos cómo estos tres títulos se van a repetir hasta la saciedad en las listas de las mejores reediciones de cómics de este año a punto de finalizar... incluida la mía, que podrán leer en el blog homónimo de esta columna en los primeros días del 2022.
Las puertitas del señor López, La Pista Atlántica y Alí Babá y los 40 maricones están editados por Astiberri, Desfiladero y La Cúpula respectivamente.