Escena 1
- ¡Felicidades, Juan Manuel!
- ¡Gracias, hermanito! Veo que te has acordado…
- No todos los días se puede celebrar el cumpleaños de un hermano.
- ¡Calla! Creo que lo llevo regulinchi.
- Yo te veo igual que siempre.
- Si no cuentas la hipertensión, el colesterol, el azúcar, los triglicéridos y que, de vez en cuando, me da un ataque de ciática, sí, estoy igual que siempre.
- ¿Tienes de todo eso?
- Y más cosas.
- ¿Más?
- Presbicia, astigmatismo, miopía, una muela picada, algo menos de un cuarto de hipoteca por pagar, pies planos y una ligera desviación en la columna vertebral.
- Pues sí que estás hecho un cromo, sí.
- Pero lo peor, lo peor, es tener un hermano rojo, que encima es el alcalde.
- Eso no es tan malo.
- Ni bueno: es como que te huelan los pies. Un rollazo para toda la vida.
- ¡Oye, que no voy a ser alcalde toda la vida!
- ¡Solo faltaría eso! ¡Con legislatura y pico ya he tenido bastante!
- ¡Pues ésta me la acabo!
- ¿Ésta?
- La Legislatura. Pienso apurar hasta el último segundo, aunque sea para molestarte.
- ¡Señor, qué cruz!
- Míralo por el lado bueno: estando yo de alcalde puedes tener por cierto que no voy a especular con los haberes municipales.
- A ver si, al final, resulta que existen los políticos honrados.
- Somos una especie en extinción.
- Te tenía que haber puteado más.
- No creas que lo hiciste mal: ¿recuerdas cuando te escondías bajo la cama para agarrarme el pie por sorpresa?
- ¿Cómo no me voy a acordar? ¡Chillabas como un conejo!
- ¿Y aquella vez que estuviste más de media hora escondido en la bañera y me saliste cuando me disponía a hacer pipí?
- ¡Jajajajaja! ¡Te measte enterico!
- ¡Ti miisti intiriqui! ¡Encima, mamá me zurrió la badana!
- ¡Jajajajaja! La verdad es que me lo pasaba muy bien experimentando contigo.
- Entre las toñas que me dabas tú y las que me daban por tu culpa…
- No fue suficiente. Creo que no puedes negar que te lo pasabas bien.
- No lo niego: cada noche esperaba ansioso que volvieras de casa de Nuria y que me hicieras el «Piñuelas».
- No sabes lo que me reía de camino a casa planeando todas esas barrabasadas.
- Lo imagino, lo imagino…
- Eras blanco fácil.
- ¡Me hiciste espabilar a marchas forzadas!
- No todo fueron putadas…
- Por supuesto que no: guardo muy buenos recuerdos de mi niñez. Recuerdo cuando me enseñabas a montar en bici en la era que había al lado de casa.
- Se te daba fatal lo de la bici.
- ¡Tío! ¡Me tenías horas pedaleando!
- ¡Anda, exagerado!
- Esperé a que estuvieses lejos del camino, solté la bici y eché a correr como alma que lleva el diablo.
- ¡Sí!
- Sin pensártelo dos veces, te subiste a mi bici y me diste alcance. ¡Te tenías que haber visto la cara!
- ¡Y tú la tuya! Corriendo entre los pinos como un pollo sin cabeza.
- He de reconocer que, gracias a tu exigencia, montar en bici ha sido una de mis aficiones favoritas.
- ¿Y cuando te enseñé a nadar?
- ¡Jajajajaja! ¡Ese verano tragué más agua que un narval!
- Lo de nadar tampoco se te daba bien.
- Es gracioso pensar en esas cosas. Has sido una influencia clara en mi vida.
- ¡Pues no se nota!
- Bueno, cada uno es como es.
- Sí, pero tú eres rojo.
- Nadie es perfecto. Aún así, te debo muchísimo. Contigo aprendí a tocar mis primeros acordes, compré mis primeros discos, mi primera guitarra… ¿Te acuerdas de ella?
- Una Byscaine Six stratocaster con pintura craquelada roja sobre fondo blanco.
- ¿Sabes que las fabricaba Palmer?
- ¿En serio?
- Sí. Fue una segunda marca, con una calidad bastante buena para su precio.
- ¿Te acuerdas de mi Talmus Thunder? ¡Menuda tralla daba!
- Siempre has sido un poco heavy.
- ¡Pero no se lo digas a nadie!
- Tranqui, tu secreto morirá conmigo.
Escena 2
- No has venido a desayunar hoy, alcalde.
- Perdonad, chicos.
- Pues te has perdido un piquete de vecinos de Las Virtudes protestando porque los festeros ya no van allí a almorzar.
- Estaban en la puerta del Bar Vero, con los estandartes de la Virgen y de la Asociación de Reyes Magos. Un espectaculazo.
- ¡Madre mía!
- «Sin Patrona no hay comilona», decían.
- Bueno, yo… Hoy es el cumpleaños de mi hermano y he desayunado con él. Cumple 60.
- ¡Te estás volviendo un sentimentalón, alcalde!
- A mí me parece muy tierno que hayan desayunado juntos.
- ¡Anda, Gabriela! ¡Que te enternece hasta una escobilla de baño!
- ¡Juanjo, no te metas con mi churri o…
- ¿O qué? ¿Eh?
- … O te meto un anacardo!
- ¿Tú y cuántos más?
- ¡Toma anestesia orejil!
- ¿Pero tú eres gilipollas? ¡Menuda nata me has dao!
- Te va a pitar el oído un mes.
- Veo que da igual que no haya estado. Las cosas no cambian.
Escena 3
- ¡Señor alcalde!
- Dígame, Avelino.
- Me he enterado de que es el cumpleaños de su hermano.
- Así es.
- ¿Podría usted felicitarle de mi parte?
- Por supuesto, Avelino.
- Gracias.
Dedicado a mi hermano Arcadio (24/01/64 – Cuanto más tarde, mejor)