Abandonad toda esperanza

Con buen pie

Abandonad toda esperanza, salmo 210º
Dicen que el ser humano es animal de costumbres, y aunque servidor es tan particular como para no haber visto las campanadas ni tomado las doces uvas desde 1997 o por ahí, sí tengo por costumbre, por eso de empezar el año con buen pie, sacar tiempo cada día 1 de enero para ver una buena película, a poder ser un clásico de esos considerados como indispensables, leer un buen cómic, de algún autor que sabes no te va a fallar, y si me es posible empezar a leer alguna de esas obras literarias que han hecho historia pero a la que por una razón u otra todavía no le había hincado el diente.

Por esta razón los últimos años los he empezado viendo filmes como 2001, Lawrence de Arabia, El hombre de Alcatraz, La huella, Los cuatrocientos golpes... o Perdición, del gran Billy Wilder. Ahora que lo pienso, y salvo en el caso del film de Frankenheimer, eran películas que ya había visto, pero bueno... En el año presente he vuelto a recurrir al Dios de Fernando Trueba y de tantos que amamos el mejor cine norteamericano viendo uno de las pocos títulos suyos que, este sí, todavía no había visto: Traidor en el infierno, film bélico -género en el que el realizador austríaco no se prodigó- que le valió a William Holden el Oscar al mejor actor principal allá por 1954. No me parece uno de sus mejores trabajos -de Wilder, quiero decir-, pero es un film que se mantiene tan en forma como otras muchas películas de aquella década gloriosa, que consolidó una manera de hacer cine preocupado por los personajes, por sus acciones y por los diálogos como muy pocas veces podemos disfrutar hoy.

En cuanto a la historieta, el elegido fue Jiro Taniguchi y su Barrio lejano, una de sus obras más merecidamente reconocidas, ahora recuperada en una edición íntegra que no respeta el sentido de lectura oriental, pero a la que se lo perdonamos todo por contar con la supervisión de Frédéric Boilet y la aprobación del propio autor. En este relato, que como todos los de Taniguchi es tan veraz que parece autobiográfico aunque no lo sea, un hombre hastiado de su vida cotidiana, que desatiende a su familia a favor de su trabajo y ahoga sus penas en la bebida, viaja en el tiempo hasta su adolescencia, cuando solo tenía 14 años y su mayor preocupación era conquistar a la chica guapa de la clase; pero todo ello conservando la memoria y la experiencia de un hombre de casi medio siglo de edad. Este relato sirve al autor de El almanaque de mi padre -otra joya intimista acerca de la memoria- para reflexionar sobre el peso del pasado y las relaciones familiares, y lo consolida como el Yasujiro Ozu del manga contemporáneo.

¿Y la novela? Pues empecé a leer Madame Bovary, de Gustave Flaubert, un escritor del que he oído llegará lejos en esto del arte de juntar letras. Por el momento está de lo más interesante: Charles Bovary, médico de profesión, acaba de perder a su esposa, pero ha vuelto a casarse con la joven Emma, y ambos se las prometen muy felices. A ver cómo acaba la cosa.

Barrio lejano está editado por Ponent Mon.

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