Viéndolas pasar

De agresiones y libertades

Es la tónica general de cada campaña electoral, aquellos que más se llenan la boca de libertad y democracia impiden la celebración libre y democrática de actos políticos de aquellos dirigentes de los partidos que consideran “enemigos” y lo hacen, además, recurriendo a la violencia. Recuerdo cuando apareció aquella fotografía, vídeo incluso, de aquel seguidor del PNV que mientras daba patadas (puntapié sería demasiado fino) a un ciudadano componente del Foro de Ermua que yacía tirado en el suelo tras recibir una de esas patadas en sus partes nobles, le decía “por fascista” y cosas similares.
Algo similar sucede estos días. Varios energúmenos patean, golpean e insultan a dirigentes políticos impidiéndoles ejercer su derecho a la libertad de expresión a la vez que los llaman fascistas, asesinos y otras “lindezas”. Verbigracia, la muy admirada por toda persona de bien María San Gil y la no menos apreciada Rosa Díez, por poner dos ejemplos.

Fascistas, les llaman. Y puesto que no comulgan con sus ideologías, les patean, les agreden y hasta amenazan de muerte, fascistas les llaman. Como “asesino” llamaron en su día al que fuera alcalde de Villena, Vicente Rodes, cuando quiso presentarse como candidato a las elecciones municipales, asesino le llamaron y huevos le lanzaron, a él y a Zaplana, y eso lo hicieron en Villena algunos y algunas a quienes hoy y por entonces, la palabra libertad y democracia se les desborda por entre la comisura de los labios porque no les cabe en la boca de tan llena que la tienen.

Y es que, “creo que nos favorece la tensión” –dice alguno, alguno que se llena la boca con Z, con Z de Paz; la tensión y la dramatización, también la dramatización con Z, con Z de Libertaz–. Y entre juegos de petas y zetas, salen algunos (y algunas, claro) aireando supuestos delitos de aquellos que consideran “enemigos”, porque ellos pensarán, seguramente, que destruyendo su credibilidad, el ciudadano, que es tonto, no tendrá más alternativa que la suya para votar, y así lo hará.

Y en esos panfletos infumables, de ignominiosa intención, se entremezclan con más error que acierto, con maldad, los hechos más dispares, luctuosos en ocasiones, haciendo de las partes inconexas un todo que, por su propio peso, cae en el vacío y flota en él, porque este tipo de cosas siempre flota como lo que son. Ya nada es lo que era, ¿qué fue de aquellos que lucharon por lograr una España de Libertad y Democracia? Algunos convertidos en palmeros de los que entonces eran sus “enemigos” políticos, a día de hoy han dejado más cortos sus argumentos que cortos eran los pantalones que portaban en aquellos días de reencuentro democrático. Otros, simplemente, desaparecidos.

Y el ciudadano, considerado tonto por los que se consideran a sí mismos listos, que ve, oye y calla, pero no olvida y llega el momento en el que deja de callar y habla con su voto. En ocasiones, poniendo a cada cual en su lugar, en otras, con abnegación, esperando unos años más para volver a hablar, consciente, como es, de que la culpa de todo esto la tiene el parné, ¡Maldito parné! –como dice la canción– y las ansias de Poder, de ocupar una poltrona que le han prestado pero hacen suya, tras prometer bienestar al ciudadano, olvidándose de su promesa casi tan rápidamente como la misma sale de su boca.

Ya nada es lo que era, del objetivo común de Libertad y Democracia que nos unía, hemos pasado a buscar las diferencias que nos separan. Del beneficio común al egoísmo más profundo. A pesar de todo, sigo creyendo en nuestra Democracia, tal vez porque soy ciudadano.

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