Viéndolas pasar

De Altos Vuelos

No crean Uds., mis muy queridos (y queridas) lectores (y lectoras) que por el título de la columna, esta semana, la mía vaya a ser especialmente brillante. Siempre o casi siempre me esfuerzo para que de mis teclas salgan las mejores palabras y de mi mente las ideas más interesantes para poder entretenerles a Uds. Unos minutos leyendo estas 600 palabras semanales. Soy consciente de mis limitaciones y sé que no siempre lo consigo.
Lo cierto es que la columna de esta semana ha sido escrita, en realidad, pensada a mucha altura, sentado en un sillón de un MD81 de Iberia que, desde Barcelona, me ha traído a Milán. Nada de especial tendrá para Uds. este hecho insignificante, en especial no siendo cliente de Air Madrid. Sin embargo, para quienes me conocen, saben que para mí es verdaderamente traumático esto de los aviones y no será que no los utilizo y, en ocasiones, varias veces por semana. Pero bueno, como se suele decir, el miedo es libre y a mí me encanta la libertad. Gracias a un buen compañero y su mujer, que me aconsejaron el uso de un tranquilizante, logré encadenar los dos aviones sin que, como ya me ha sucedido, haya tenido que pedir a la azafata que aterrice de nuevo que yo me quería bajar. Que se lo pregunten a los pobres viajeros de aquel vuelo de Portugalia Lisboa-Valencia a los que di el susto padre aquella mañana… No, no, ya lo contaré otro día.

Con ese estado de semi-consciencia en el que te sume un miligramo de esa pastilla, bajé en El Prat para tomar un bocata, porque yo viajé en clase económica y no me dieron comida. Tan económica que cuando vi el hueco en la fila de asientos que me había tocado, pensé que tendría que viajar sentado en el suelo, pero no, era porque allí estaba la salida de emergencia, algo que, todo sea dicho de paso, me tranquiliza bastante a 8.000 m. de altura. Es gracioso el letrero que indica: “No abrir en vuelo”.

Pues como quiera que uno sigue siendo fumador, entre el aterrizaje y el despegue del otro avión, decidí bajar a la calle a tomar un par de cigarrillos. Hacía un frío de órdago en Barcelona y pensé “Fumar mata… de frío”. Pero es que estaba tan relajado como hacía tiempo que no lo estaba, una tranquilidad que tuvo su anécdota. Aunque también es verdad que no sé si las anécdotas se producen o las provoco, muchas veces no sé qué pensar.

De momento aparece a mi lado Carmen Martínez-Bordíu, con su elegancia sin par y su saber estar ante las cámaras y, cómo no, su buen hacer en la pista del plató de “Mira quien baila”, adjunto fotos del móvil que certifican la veracidad de lo que digo. Y así entretenido, sin pensar que el tiempo estaba pasando, fumando mis cigarrillos, apareció “Poti” o “Poty”, que yo sé cómo se pronuncia pero no cómo se escribe. Y me saludó, este es menos tímido que la nietísima y se puso a mi lado para hacerse unas fotillos mientras la gente que estaba en la Terminal del aeropuerto se preguntaba quien era ese que estaba junto al Observador.

Acabada la sesión y los cigarrillos, sin ganas, de verdad que sin ganas, me acerqué a la puerta de embarque, escuchándose por megafonía: “Ultima llamada para el Observador con destino Malpensa Milán. Puerta de embarque 4.” ¡Qué informalidad la de Iberia! Si no está el pasajero, tú despega y que se aguante. ¡Anda que el disgusto que me iba a dar!

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