De recuerdos y lunas

De oídas

Nos escribe amablemente una lectora diciéndonos que cuando hablamos de Ráfales y del Hotel La Alquería le entraron ganas de hacer la maleta y, carretera y manta, dejarse caer por el Matarraña de Teruel y sentarse en la mesa de Clara y Jose para comprobar el paraíso que decíamos. Esto nos escribe para nuestra satisfacción, cebando nuestra vanidad. Porque si con el artículo despertamos ese deseo viajero y gastronómico quiere decir que transmitimos con seducción lo que queríamos transmitir. Pero no hagamos regocijo de pavo real porque la lectora, al tiempo que nos aplaude, nos corrige un dato. Suerte que también lo hace con amabilidad.

Resulta, nos dice, que le llamó la atención lo del bandolero Pantxampla que da nombre a la habitación que dije que tuvimos en La Alquería, bandolero que asociábamos con el bandolero de la canción de Llach. A nuestra lectora le gusta lo que se bautizó como Nova Cançó y especialmente la música de Lluís Llach. Conocedora de esas letras y de esas músicas, nos corrige argumentando que nuestro bandolero Pantxampla o Panxampla, llamándose Joan Pujol i Fontanet, no puede ser el Joan Serra de Llach, que además, de sobrenombre, como dice la canción, era La Pera. Que esto, de habernos molestado un poco, está por internet y lo hubiéramos visto fácil. Nuestra lectora tiene razón. Navegamos por internet y encontramos varios vínculos que tratan la cosa. Así que –está más claro que el agua– Panxampla no es el bandoler de Llach.

Nuestro error es gaje por trabajar de oídas. Fue en aquel viaje por el Matarraña cuando alguien nos dijo lo de Panxampla y la canción del cantautor catalán y nosotros lo reproducimos sin más contraste, como escribiente que anota lo que oye sin cuestionar su veracidad. No es la primera vez que nos pasa esto: Alguien de nuestra confianza nos dice que algo es así y nosotros así lo creemos. Y dando fe, así lo contamos. Luego resulta que hay veces en las que no es. Y erramos.

Recuerdo un equívoco de oídas que nos duró años. Había salido el disco "Ay amor" de Víctor Manuel. En él venía la canción "La sirena". Escuchándola vivíamos con congoja la historia de ese marinero que no vuelve a puerto porque se lo ha tragado el mar. Aunque su naufragio se dice de forma muy enternecedora: el marinero no regresa porque enamorado de una sirena se queda a vivir con ella. La sirena extraña a la tierra rapta al marinero que no extraña el mar. Cuando los Mecano canten "Ana y Miguel", nos vendrá a la memoria "La sirena" del cantante asturiano.

Sobre ésta alguien nos dijo que Víctor Manuel la había compuesto en homenaje a su padre, marino fallecido en el mar. Con esta información, cada vez que la escuchábamos aludíamos con pena a la tragedia familiar. La canción, emocionándonos siempre, aún nos emocionaba más al sentirla vivencia personal del autor. Pero nuestra sorpresa fue cuando, pasado un tiempo, en alguna revista leímos una entrevista al padre de Víctor Manuel, Jesús San José García. Allí estaba sano y salvo tomando unos vinos con los amigos y contando que había trabajado o trabajaba como factor de RENFE. Mejor así. Suspiramos. Porque la canción, su intensidad, se defiende sola. Sin necesidad de recargarla con la pena de la tragedia personal. Como se defiende, por sí sola, la maravilla de nuestra habitación Panxampla en La Alquería de Ráfales, sea o no sea Panxampla –que no es– el bandolero de Llach. Porque aun sin esto particular, Teruel existe. Y también el paraíso. En Ráfales. En La Alquería. Ya lo dijimos.

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