Vida de perros

De Omnibus Dubitandum

Queridos lectores, papá, mamá, desde el espacio que generosamente ofrece “El Periódico de Villena” a este humilde columnista, desde aquí, para ustedes, fieles lectores, Andrés Leal desde “Vida de perros”.
Debemos dudar de todo, decía el filósofo. No sólo del precio de la gasolina, de las ruedas de prensa o de la paga extra, de los premios de la Junta Central o de las estimaciones de participación en las manifestaciones. Debemos dudar de todo, incluso de nosotros mismos. Tristemente las situaciones en las que nos enmarca la vida nos inclinan a la mentira. Mi médico me engaña con suculentos placebos con el fin de que no acabe con mis uñas. Yo miento a mi hijo y le aseguro que hasta que no acabe los deberes no tendrá más golosinas. Los políticos… En fin, qué les voy a contar: ¿que mientras se sucedieron largas noches de insomnio, en las que la terrible duda asediaba respecto a si debía aceptar la presente columna o no aceptarla, sobre si arruinar mi vida social o asumir mi deber ciudadano de denuncia, sólo la imagen de Ella me reconfortaba con dulces sueños? (no busquen referencias religiosas, Ella no es más que una vecina). En fin, qué les voy a contar.

Debemos dudar de todo. Yo el primero, lo prometo. Es una fortuna no estar nunca muy seguro de nada: los días pasan y las páginas se llenan de letras como el parque de hojas secas –es un suponer que disfrutemos de parques y que las perecederas hojas no sean otra que envoltorios o deposiciones caninas, pero así es la literatura amigos–. Debemos dudar de todo, de mí también. Lamento no tener otra que ofrecerles que unos cuantos binomios no demasiado acertados que relacionen malamente a un concejal con su barriga o a un ciudadano con sus manías. Es lo que hay, como decía mi mecánico alargándome las llaves del coche con los amortiguadores destrozados de cruzar las vías.

En esta “vida de perros” es difícil contemplar las cosas desde otro prisma. Intentaré, no obstante, imprimir breves pinceladas de humor a estas reflexiones con el fin de no caer en un pesimismo oscuro, cosa que tal vez me convierta en un cínico. Quizás sea un cínico. Poco a poco nos vamos conociendo. El caso es que la fortuna nos ha hecho aparecer como aparecen las cosas en Villena: después de Fiestas (es decir, entre el 10 de septiembre y cualquier día antes de Navidad). Así que comenzamos el año villenero con una nueva publicación y nuevos compañeros de pupitre: Aureliano Buendía “una de cal y otra de arena” u “ostias pa tos los palos”, Mateo Marco “el agradecido”, Paco Gracián (ya es hora de que nos inviten a una cena para conocernos) y éste mismo que firma y que con espíritu noble y bienintencionado intentará poner encima de la mesa los despropósitos, los más, y los aciertos, los menos, que nuestra prolífica ciudad nos vaya ofreciendo. Serán cosas que a uno se le ocurran, que le pasen por la cabeza, que no hacen mal a nadie, y eso que en ocasiones bien que nos gustaría, qué me van a contar.

Y pese a que de fútbol no sé demasiado y de política más bien poco, pese a mi falta de ánimo festero y mi alejamiento de celebraciones religiosas –que son decir casi todas– aquí estoy y me presento, puesto que con este asunto de la escritura me dan el honor como el castigo, también a ustedes, de encontrarnos cada séptimo día. Lo que resulte de todo esto, sean amores u odios, es un misterio, amigos.

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