Vida de perros

Debate en blanco o Abstención al Debate

Hoy es lunes. 3 de marzo. Día del segundo debate. Gran Debate entre los dos únicos probables ganadores de los comicios del próximo día 9. Hoy yo estoy aquí, con ustedes queridas personas. Hoy no veré el debate. Hoy no.
Tuve suficiente la pasada semana. No quiero volver a enfadarme. No quiero entretenerme con los nuevos reglajes efectuados a los bólidos de cada equipo. Así que no veré el Gran Debate. El Gran Hermano ni siquiera contará con un televidente menos. Por fortuna mi televisor no lleva instalado el aparato de control con el que se “miden” las audiencias. Supongo que en breve hasta eso cambiará. Imagino que tras el apagón analógico los gobiernos podrán contar con algún sistema digital que registre la navegación que cada persona realiza a lo largo del día por las distintas cadenas televisivas. Todavía no. Por fortuna. Aunque en ocasiones yo mismo haya sentido la necesidad de transmitir a quien corresponda mi indignación sobre su modo de hacer televisión (aunque fuera mediante un cambio de canal). En esos momentos, como en éste, me gustaría hacer llegar mi voto en blanco a dichos productores mediáticos en relación a sus propuestas.

Volviendo al Gran Show. Ese que no termina a las doce de la noche, sino que agoniza sirviendo de alimento a la fauna carroñera. Esa que ingiere los detritos para venderlos luego en forma de mierda fresca, perdón, de comentario fresco. Diré que ante la oferta prefiero la abstención. Renuncio a un debate que en lugar de ofrecernos aquello que nos pertenece toma como prioridad aquello que pertenece al mundo del espectáculo: el vestuario, la voz (velocidad, dicción, tono), los gestos, la iluminación, la disposición espacial… En lugar de las ideas nos venden el icono, en lugar del fondo la forma. Los equipos de ambos partidos no sólo se sirven de teorías como la de la comunicación no verbal para analizar a los contendientes, sino que para colmo las utilizan para corregir vestuario, gestos y posturas que siendo parte de los contendientes resulten no adecuadas. El único fin de dichas modificaciones supone la mentira, que con sus nuevas caras mientan, nos mientan, haciéndonos ver a personas que en realidad no son. Y la situación llega a tal devastador cinismo, a tamaño engaño, a tal extrema ridiculización de quienes habitamos este país, que además se llenan espacios televisivos explicándonos cuáles eran los “errores” y qué van a hacer para corregirlos y llevarnos al engaño. El cenit de cualquier timo es realizarlo y encima explicar a quien va a ser timado cómo se va a llevar a cabo. Debemos estar muertos ya. O idiotizados al menos. Debemos estar muertos por dentro para participar en el Juego sin el menor escozor.

Mi aportación a todo esto, sin alentarles a la meditación profunda, es la recomendación de un libro: La Comunicación no verbal de Flora Davis. Lo cito únicamente para que ustedes con su propio criterio adivinen que el estudio de tal campo se realiza con fines comunicativos, para mejorar las relaciones interpersonales, y no para manipular –toscamente– la información no verbal. De igual modo podrán ustedes hacerse eco de la reiterada advertencia que la reputada investigadora realiza acerca de lo inoportuno y peligroso (en cuanto a juzgar a una persona) de los análisis rápidos y simplistas. Pese a su insistencia nos encontramos la frivolidad de quienes hacen un zafio y populachero trabajo con las aportaciones de Davis, y se sirven de ellas para llevarnos al engaño. Asistimos con todo ello a la vergüenza de la comunidad profesional dedicada a la información, quien demuestra así hacia dónde camina y cuáles son las motivaciones que la llevan a caminar.

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