Viéndolas pasar

Deporte de élite

No creo descubrir nada nuevo si digo que España entera, y parte del extranjero, hemos estado toda la semana con el corazón en un puño pensando en Puerta, el jugador del Sevilla que, finalmente, falleció este martes para traer el desconsuelo a sus familiares y amigos, y también, la reflexión y las dudas al resto de personas que hemos seguido la evolución de su enfermedad.
Hace unas semanas comentaba en una de mis columnas lo inhumano del ciclismo. Recordarán que mencionaba el esfuerzo que se le pide a cualquier deportista, convertido en objeto de negocio, en aras de eso mismo, de “dar espectáculo” para alimentar las insaciables ansias de televisiones y otras entidades que viven de todo esto, eso sí, sin bajarse de una moto en el peor de los casos y en el otro extremo sin salir del despacho, mientras los otros se meten centenares de kilómetros dando a los pedales.

Si repasamos estadísticas, estoy seguro de que encontraremos cifras espeluznantes de jóvenes deportistas que han caído fulminados, sobre todo en época estival. En algunos casos que he conocido con relativa proximidad, la inconsciencia de padres y entrenadores ha sido, si no responsable directa, sí determinante para estos fatales desenlaces, y es que el caso que tengo en mente era de una evidencia tan grande que cualquiera con sentido común podría llegar a verlo venir. Nada bueno puede traer ponerse a jugar un partido de hockey, fútbol o lo que sea, en pleno verano, a pleno sol y a las 4 de la tarde. Siendo chavalines de 11 ó 12 años, menos aún.

Si esto sucede en pequeñas entidades lúdico-deportivas, si se somete a ese nivel de exigencia a niños y niñas de esas edades, escuchándose como yo he escuchado de un padre y “directivo” de un pequeño club deportivo de nuestra ciudad: “Este es un deporte de hombres”, ¿qué no sucederá cuando el niño o niña se convierte en una fuente de ingresos multimillonarios para la entidad, en este caso, no tan pequeña?

Puerta, “la zurda de diamante”, como parece ser le apodaban cariñosamente por su excepcional capacidad de manejo de esa pierna, era un niño (entiéndame el tono cariñoso), sí, porque ya me dirán Uds. cómo puede considerarse a un chaval de 22 años. Es un joven hecho y derecho, por supuesto, pero por un momento pónganse Uds. en el lugar de un joven que salta a un estadio con decenas de miles de personas coreando su nombre… Anoche viéndolo en televisión se me ponía la piel de gallina, ¡cómo se iba a sentir él! Si a esto añadimos que, probablemente, la nómina a ingresar en el banco superará con creces lo que cualquiera de nosotros podríamos ganar sumando lo ganado en varias vidas, no es de extrañar que se exija más, mucho más a los cuerpos de estos jóvenes, que por muy atletas que sean, por muy cuidados que estén, no dejan de ser seres humanos con las limitaciones que nos son propias a los de esta especie.

Desde la ignorancia, lo admito, me río de las pócimas que suelen usarse para acelerar la recuperación de unos cuerpos limitados naturalmente en su desgaste y que requieren, porque así han sido diseñados, de unas pautas, naturales también, para su recuperación. Lo veo cerca de mí, no crean. Para una actividad lúdico-deportiva, hay quien se prepara brebajes y pócimas. Si no te va la vida en ello, ¿para qué jugártela gratuitamente? Al menor síntoma de cansancio, recoge los trastos y vete a descansar, porque nada más que diversión hay en juego.

Aunque sea un tópico, esta semana me declaro “sevillista” y desde estas líneas expreso mi solidaridad y condolencias a la familia, amigos y seguidores del jugador fallecido. Descanse en paz Antonio Puerta.

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