Abandonad toda esperanza

El arte de morir

Abandonad toda esperanza, salmo 28º
Eso que vino a llamarse "cine del límite" no desapareció con el Saló de Pasolini: trabajos recientes de cineastas tan provocadores como Takashi Miike o Gaspar Noé demuestran la pervivencia de un subgénero que tiene en la última producción de Tarantino una nueva oportunidad de conmocionar a las plateas.

Hostel es una película directa, que alude a sensaciones viscerales y miedos primigenios por todos conocidos. Sus protagonistas viajan por países de Europa buscando una diversión que se materializa en alcohol, drogas y, sobre todo, chicas; en su afán por beneficiarse a chicas ligeras de cascos llegarán a Bratislava, donde se verán inmersos en una horrible pesadilla. A la cinta se le ha criticado que su primera parte parezca más propia de una comedia de adolescentes salidos que de un film del género, pero no podía hacerse de mejor manera: su director convierte al espectador -mayoritariamente masculino, al tratarse de una horror movie- en un voyeur que se identifica con los protagonistas a partir de su deseo por lo que ve. En Hostel, y esto es un elogio, todo es primario: placer producido por lo que se come o se copula; dolor provocado para alentar el placer de otra persona.

El título de esta segunda película de Eli Roth -la anterior, Cabin fever, fue al menos para mí una pequeña decepción-, equivalente a "hostal" o "albergue", no ha sido traducido en España. No podía haberse tomado una decisión más acertada: el espectador asiste a una odisea de violencia y horror salpicada de hostels en cuyas puertas se vislumbra dicha leyenda en inglés. El idioma universal del viajero como reclamo para incautos.

Obviamente, el otro aspecto que se ha criticado de la cinta es su tratamiento explícito de la violencia y la presunta apología de la venganza de su tramo final. Respecto a lo último hay que señalar que no es más que una conclusión catártica y cargada de lógica: el superviviente es el único que había visto la muerte de cerca en su vida anterior (¡quién nos iba a decir que Roth iba a hacer gala de una escritura clásica sembrando la cinta de elementos para cosecharlos luego!). Y en cuanto a las secuencias explícitas... ¿Acaso resulta más loable, éticamente hablando, el engaño? ¿El apartar la mirada? Hostel, como lo fue La matanza de Texas en la América post Nixon y post Vietnam, es hija de su tiempo.

Hace unas semanas, a través del correo electrónico, corrió como la pólvora el rumor de jóvenes bandas criminales que conducían en la noche con las luces apagadas. Si alguien se lo hacía notar, los delincuentes lo perseguían hasta darle muerte. Obviamente se trataba de una leyenda urbana. Pero dudo que, una vez la mente humana ha concebido semejante actividad, nadie la ponga en práctica. Con lo que cuenta esta valiente Hostel sucede lo mismo: su director afirma que se basa en hechos y páginas de internet reales. Tanto da que no fuera así: de no existir entonces, existiría hoy. O a más tardar mañana.

Hostel se proyecta en cines de toda España.

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