El Volapié

El auxilio social

Puede que estemos cerca del punto en que debamos organizarnos para auxiliarnos los unos a los otros como nunca habíamos tenido que hacerlo. En los informativos del mediodía, mientras hacía mis ejercicios respiratorios para paliar el ahogo que sobreviene cada comienzo de mes, he estado escuchando a unas voluntarias de Caritas, a un responsable de la Cruz Roja y a Mª Dolores de Cospedal.
La Justicia Social –sin lucha de clases, pero incluso con lucha– siempre y en todo momento debería ser una aspiración común. Por encima de todo lo que somos y estamos, no podemos permitir que haya personas durmiendo en el parque de María Auxiliadora o sin saber que van a dar de comer a sus hijos cuando salga el sol. Sí, en Villena.

Sin Justicia Social no pueden derivarse las demás modalidades de justicia, porque sin la justa sociedad no existe una verdadera libertad y no debería existir la paz. Supongamos que los seis millones de parados son seis millones de gandules que no trabajan porque no les sale del forro. Démoslo por supuesto y pasemos al siguiente punto del orden del día: ¿Tendrían culpa de ello nuestros conciudadanos más indefensos, niños y ancianos a cargo de los parados? Ni siquiera la tendrían el abyecto supuesto que he planteado.

Caritas y la Cruz Roja piden más ayuda a quien pueda ofrecerla porque cada día tienen que atender sobre todo las primeras necesidades de los más pequeños, los que nada pueden hacer para solucionar esto y que solamente deberían estar preocupados en estudiar para el porvenir y de disfrutar del presente jugando un poco.

Mientras Caritas y la Cruz Roja claman al cielo porque cada día les cuesta más llegar al final del día, y sería conveniente la creación del Auxilio Social –con perdón–, la señora Cospedal dedica sus elogios a nuestro salvador Rajoy.

¿Saben ustedes por qué no se puede organizar en España el Auxilio Social? Y no es porque lo prohíba la Ley de Memoria Histórica, sino porque el Auxilio Social tendría que nutrirse de los Presupuestos Generales del Estado. Por orden el Gobierno.

Sin embargo, el Gobierno de España nos ha dejado en la estacada en el momento crítico. Desde sus pedestales no nos ven ni como a las hormigas, porque somos menos que hormigas y desde luego que no somos hombres los que meamos de pie. Se parte el alma escuchando a los niños cómo explican eso de tener que ir a comer a un comedor social, pero con el alma rota aquí nadie hace nada. Yo escribiendo para mis cincuenta lectores –grata noticia es que haya subido mi audiencia–, el otro con el ánimo flaco y el de allá esperando a que empiece la Entrada.

Ningún niño se merece pasar por el calvario que están pasando muchos niños en España, que parece imposible que estemos como estamos.

No somos hombres y el auxilio se lo está buscando cada cual como puede, pero no existe la libertad cuando falta el pan. Tampoco debería haber paz.

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