Parece que fue ayer cuando les contaba que la mejor película del año me había parecido la monumental Los asesinos de la luna de Martin Scorsese, y ya toca volver a hacer repaso de los mejores estrenos de este 2024 que está a punto de terminar. Esta vez no me he podido decidir de forma tajante por un solo título, y la lista la encabezan en un ex aequo más que merecido una película dirigida por un británico pero hablada en alemán y otra firmada por un alemán pero con diálogos en japonés. En efecto, me refiero a La zona de interés y Perfect Days, dos trabajos que considero destinados a formar parte del selecto grupo de filmes llamados a perdurar en el tiempo. En cuanto al dirigido por Jonathan Glazer, es la adaptación de la novela homónima que el malogrado escritor Martin Amis le dedicó al tema del Holocausto y de la que en el momento de su estreno les comenté lo siguiente: “La zona de interés apuesta por dejar fuera (de campo) la cámara y centrarse en los verdugos y en lo que Hannah Arendt denominó como ‘la banalidad del mal’. No obstante, se aleja de propuestas más convencionales (...) para ofrecernos un radical ejercicio de puesta en escena con un empleo del sonido cercano al del cine experimental y las instalaciones audiovisuales; una banda sonora cuyos sonidos diegéticos (los disparos, los gritos, el tren que traslada a los judíos deportados) son ignorados, por cotidianos (...). Por otro lado, de los últimos diez minutos del film (...), señalar que suponen una de las apuestas más arriesgadas del cine reciente y un momento que creo que pasará a la historia del séptimo arte por méritos propios”. Una gran película, en definitiva, que creo ganará todavía más en futuras revisiones.
Fue en aquella misma columna donde les recomendé también Perfect Days, el triunfal regreso del alemán Wim Wenders después de unos años un tanto erráticos en cuanto a sus trabajos de ficción y donde había destacado más en la realización de documentales. No tengo claro que el film que nos ocupa esté a la altura de joyas como El amigo americano o París, Texas, porque habrá que ver en qué términos supera la prueba del paso del tiempo, pero de momento se me antoja una de las mejores películas del cine contemporáneo. Algunas de las razones las expuse en estos términos: “al margen de esta banda sonora, con la que se arma un disco recopilatorio al que no se le puede poner ni un solo pero, cabe destacar el reflejo de la cotidianeidad y el retrato de una rutina que adquiere la categoría de ritual de forma que recuerda al legado del insustituible Yasujiro Ozu (...); así como esos elementos que quedan fuera de campo y que otorgan a la película un gran poder de fascinación: es el caso de (...) unos vínculos familiares que solo se revelan en el tercio final y que involucran a una sobrina adolescente, un padre con demencia senil y una hermana adinerada. Un personaje este último que hace pensar en (...) la probabilidad de que su austera vida privada y su humilde estatus profesional sean fruto de una elección tomada libremente y no de una imposición externa. Lo dicho: la riqueza que confiere a la experiencia fílmica todo lo que se deja a la imaginación del espectador”. En resumidas cuentas: una delicada pieza de orfebrería que no desmerece el legado de algunos de los grandes maestros del cine nipón; y que nos reconcilia con el séptimo arte y, lo cual es más meritorio si cabe, también con el ser humano.
A la hora de completar un podio optaría por una de las películas más esperadas del año por los amantes del cine de terror, y que lógicamente también acabó deparando más de una decepción. Me refiero, claro, a Longlegs, la penúltima película -porque ya tiene otra, basada en un relato de Stephen King, a punto de caramelo- dirigida por el para mí interesantísimo Osgood Perkins, a la sazón hijo de Anthony Perkins (el Norman Bates de Psicosis) y responsable de tres filmes anteriores todos recomendables, especialmente la reivindicable La enviada del mal. En esta ocasión, y partiendo de referencias ajenas del thriller contemporáneo (especialmente El silencio de los corderos y Seven, no por nada las películas más influyentes del género con diferencia durante el último medio siglo), el realizador construía un relato inquietante y perverso alrededor de la joven agente del FBI encarnada por Maika Monroe -ya una scream queen del nuevo milenio desde la magistral It Follows- y con un desatado Nicolas Cage (perdón por la redundancia) como el personaje que da título a una cinta cuyo giro hacia el fantastique en el tercio final no malogra, a mi parecer, el sugerente material que le precede. Quizá no sea una película perfecta, pero bienvenidas las imperfecciones si dan como resultado propuestas tan fascinantes como esta.
También me ha costado bastante ordenar las tres películas que seguirían a las anteriores en un hipotético Top 10. Así que mencionaré sin que estén ordenadas necesariamente una cinta en teoría tan pequeña como Anora y dos superproducciones como la segunda parte de Dune y la primera entrega de Horizon. En cuanto al nuevo trabajo de Sean Baker tras The Florida Project, recordar que estamos ante una película independiente que se alzó con la Palma de Oro del Festival de Cannes; un relato de corte naturalista sobre las vivencias de una estríper durante apenas un par de días, que en su ejecución se mueve con pasmosa soltura entre la comedia (ojo a algunos personajes secundarios que parecen escapados de un film de Aki Kaurismäki, aunque se vean inmersos en unas peripecias más propias de una cinta de los hermanos Coen) y el drama (ese final demoledor e inolvidable en el interior de un coche). En resumidas cuentas: una gran película que nos deja con la curiosidad de cuál será el siguiente paso de Baker tras ser premiado en el festival de cine más importante del mundo.
En cuanto a Dune, señalar que es la segunda y última parte de la adaptación de la novela original de Frank Herbert por parte de Denis Villeneuve, quien al parecer está dispuesto a continuar llevando la saga a la gran pantalla. Los principales atractivos de la primera parte siguen presentes en esta: una historia que mantiene el interés durante un metraje bastante dilatado pero que no aburre en ningún momento, una factura técnica impecable y un reparto de verdadero lujo en el que todos están ajustadísimos en sus papeles. Exactamente lo mismo podría decirse de Horizon, o al menos de la primera parte de la saga americana que se ha montado un Kevin Costner tan dispuesto a no dejar que el western (género al que ya aportó dos piezas tan señeras como Bailando con lobos y Open Range) muera definitivamente que ha sido capaz de hipotecar varias de sus viviendas para financiar personalmente cuatro películas de tres horas cada una... y de las que veremos si acaban rodándose todas. Por mi parte, les aseguro que si existe la posibilidad yo acudiré al cine a verlas sin falta. Y con el Dune de Villeneuve, pues tres cuartos de lo mismo.
Dicho esto, queda señalar que el Top 10 se completaría con La estrella azul, mi película española favorita del año (contra todo pronóstico por lo ignoto de su temática y lo desconocidos que me resultaban todos sus artífices); un estreno temprano de enero como Los que se quedan de Alexander Payne, que pese a ello perdura en la memoria gracias sobre todo al buen hacer de sus intérpretes, con Paul Giamatti a la cabeza; Jurado N.º 2, o el que podría ser un espléndido colofón a la carrera de Clint Eastwood tras las cámaras, y después de las más discretas (pero muy dignas) Mula y Cry Macho; y la episódica Kinds of Kindness, o el regreso del mejor y más críptico Yorgos Lanthimos después de la (al menos para mí) decepcionante Pobres criaturas. Al margen de estos títulos, podría seguir enrollándome destacando algunos de los valores de otros tan recomendables como Cuando acecha la maldad, la infravalorada Misántropo, la sutil Secretos de un escándalo, Dream Scenario, la polémica Civil War o El último late night; las muy comerciales pero prácticamente redondas Deadpool y Lobezno y Alien: Romulus; o incluso las controvertidas, por ser tan irritantes como estimulantes, La trampa y Joker: Folie à deux. Pero prefiero limitarme a dejar constancia aquí de que bien vale que les den una oportunidad; y despedirme de ustedes deseándoles una feliz Nochevieja y una plácida entrada en un año, el 2025, que espero llegue cargado de buen cine para todos. Nos seguimos leyendo a la vuelta de las Navidades.