El parto de los montes, en Fontanars dels Alforins
La carretera CV656, entre Fontanars y el término de Villena, va a ser reabierta al paso después de 8 meses de obras
El parto de los montes se acaba de alumbrar en Fontanars dels Alforins. Finalmente, los pocos kilómetros de la carretera CV656, entre Fontanars y el término de Villena, van a ser reabiertos al paso después de 8 meses de obras.
-¿8 meses para 4 kilómetros?
-Sí, 8; dividido entre 4 sale a 2 meses por kilómetro.
-¿Había montes, valles, viaductos, autovías, líneas férreas, que cruzar?
-No, solo se trataba de subir un poco la rasante en un terreno llano y volver a asfaltar.
-Ahh, efectivamente: ¡el Parto de los Montes!
Para tan terrible parto, con sus movimientos tan telúricos, y para proteger a los vecinos de indeseables consecuencias del alumbramiento, la carretera fue cerrada durante estos 8 meses. Finalmente, hubo parto. Pero el Parto de los Montes de Fontanars no ha dado solo un ratón (como en el cuento), sino 4 ratoncitos –uno por cada kilómetro– y todos los vecinos están alborozados. Y quieren ponerles nombre, como en los cuentos. Allí van los nombres que propongo:
El primero lo podemos llamar Palmario Desinterés. Palmario Desinterés trabaja en la Diputación de Valencia, ¿dónde si no? Palmario Desinterés, antes de nacer, hizo un trabajo muy diligente, atendiendo con mimo y candor a sus hermanitos del campo, los ratoncitos; pero no solo a ellos: también estuvo pendiente de grillos y cernícalos, de tal forma que Palmario Desinterés consiguió una parada biológica, a fin de no perturbar las diligentes costumbres de todos los bichitos del valle. ¿No es enternecedor?
Palmario Desinterés estaba tan ocupado con esta tierna fauna que se olvidó de unos animales engorrosos que pululan por el valle; es verdad que a veces son como una plaga, aunque otras veces no son tan malos –debió pensar– dado que me dan de comer todos los meses. Pero bueno, por pesados y aburridos, vamos a dejar que se apañen como puedan –concluyó satisfecho.
Palmario Desinterés quizás nunca supo que este tramo de carretera, cuando sale de la provincia de Valencia, sigue con el mismo nombre (CV656) hasta el cruce de la A31. “¡A mí qué más me da!”, debió pensar. ¡Que se apañen los del otro lado, que ya tienen sus ratoncitos! Palmario tampoco debió comprender que el objetivo de la carretera no era simplemente llegar hasta los confines de su territorio, sino que es una vía que vertebra el valle de Los Alhorines, y por tanto un eje imprescindible para el desarrollo normal de la vida social, económica, laboral, educativa e incluso lúdica de los habitantes. Quizás era demasiado abarcar para su cerebrito ratonil.
El hermanito de Palmario se llama Oído Sordo. Pero a los del valle, por su aspecto magnánimo y su gran elegancia, nos gusta llamarlo Su Graciosa Autoridad. Oído Sordo también trabaja en la Diputación de Valencia, cerquita de Palmario Desinterés. Lo digo porque ambos comparten lo que podríamos denominar (graciosamente) “Despotismo Iletrado”, dado que ambos desconocen el artículo 9 de la Constitución Española:
“…/… 2. Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.”
Oído Sordo –Su Graciosa Autoridad (quizás le gusta que le llamen así también)– recogió con amabilidad y solicitud las quejas y sugerencias de un grupo de afectados, que se habían movilizado al ver gravemente perturbada su vida diaria por este Parto Infausto. Este engorroso grupo de Homo Sapiens Alforensis planteaba la incomodidad, amén de otras repercusiones económicas, laborales, etc., de que la carretera estuviera permanentemente cerrada para el Parto, y sugería algunas alternativas que facilitaran la vida diaria, si es que no era posible abrir la carretera, siquiera por tramos, al menos para los vecinos directamente afectados.
Su Graciosa Autoridad respondió con un informe, finamente redactado, eso sí, y con fotos y diagramas, donde explicaba los trabajos realizados y por realizar. Mediante inexactitudes groseras descartaba cualquier alternativa a abrir la carretera que no pasara por un camino de tierra que duplica el recorrido. Ahora se me ocurre que quizás Su Graciosa Autoridad –Oído Sordo– pensaba que los lugareños andamos montados en mula por los caminos, por aquello del tipismo Quijotesco de la España Vaciada.
El tercer ratoncito se llama Incapacidad Técnica. Incapacidad Técnica trabaja en Pavasal, y debe estar firmemente asentado allí, con un buen puesto de trabajo desde su nacimiento. Por eso lo han enviado a un valle tan bonito. Incapacidad Técnica tiene espíritu innovador, él no es como los demás, no. Todos esos ingenieros que construyen y reparan carreteras y autopistas sin cerrarlas al tráfico. Todos esos: ¡unos indocumentados que no tienen ni idea! ¡Incluso hay algunos que tienden puentes sin cerrar la carretera: qué desfachatez!
Incapacidad Técnica se fue de vacaciones 3 semanas entre enero y diciembre, dejando –eso sí, la carretera bien cerrada. A Incapacidad Técnica le gusta trabajar así: ancho, abierto, despacioso, con tiempo para pensar, para echar el cigarrito, para irse a esquiar a Sierra Nevada. Yo sé que Incapacidad Técnica nos quiere, y por eso no le gusta ver gente pasando por una carretera en reparación, no sea que se tuerza un tobillo, pobrecica gente. ¡Lo vimos trabajar un sábado! Seguro que era por nosotros, porque en Pavasal los sábados no existen en el calendario, sobre todo si la carretera está cerrada.
El cuarto ratoncito se llama Mala Uva. Yo no estaba seguro de si ese era su auténtico nombre, o si en verdad se llamaba Castigado Sin Postre. La verdad es que conmigo siempre fue correcto, aunque firme. Mala Uva probablemente prefirió haber nacido en La Rioja, donde la Uva tiene más prestigio, aunque esta zona no está mal. Mala Uva mostraba gran diligencia en expulsar a los labradores que necesitaban cruzar la carretera para entrar a sus parcelas. También es metódico y sistemático con las barreras para cerrar la carretera. Alguna vez, hasta me dicen que hizo fotos de los lugareños, quizás por un interés antropológico, o es que quería echarse novia.
Y ahora que se acaban las obras, se me ocurre que no nos han puesto una rotonda. Aunque aún están a tiempo. En esta rotonda, podríamos encargar a un artista local un bonito motivo escultórico con el parto de los montes y sus cuatro ratoncicos. Y así, nos acordaremos siempre de ellos.
Por: Joaco Alegre, Belén Boville, Asensio Martínez, María José Martínez, Juanjo Bellod y Francisco Arbolí, en nombre de los habitantes del valle afectados por las obras.