Vida de perros

El problema de la Kvltura (y III)

Avanzaba la pasada semana que iba a correr el riesgo al pecar de imprudente por escribir sobre el futuro de la cultura de nuestra ciudad sin conocer siquiera el presupuesto que elabora nuestro nuevo Equipo de Gobierno. Imprudente por escribir basándome en intuiciones, tomando algunas frases o posturas de la actual Corporación como base de mis temores. Pero tomando también como fundamento las noticias relacionadas con “lo cultural” que llegan desde cualquier otro municipio: cancelaciones de espectáculos, impagos a empresas artísticas, cierres de espacios tanto físicos –teatros, salas de exposición o de conciertos…– como efímeros –festivales, concursos y muestras artísticas…
Tal postura no dejaría de ser coherente con la situación económica actual de nuestros ayuntamientos si se pensara que los recortes en materia cultural equivalen a prescindir de lo más accesorio: placeres –lujos– que no nos podemos permitir. Así se asemeja también la estrategia de Pachi (o Los Verdes, o el Tripartito) de cara a la economía de Villena; y así se expresa a la ciudad de forma más o menos sucinta: ¿qué harías en tu casa? ¿Gastarías dinero en algo que no puedes pagar? ¿Qué suprimirías en tu vida diaria para ahorrar gastos: el cine, el teatro, los cubatas, la diversión…? Un planteamiento con el que no estoy de acuerdo desde el comienzo: desde que la Cultura y el Arte son tratados como los últimos escalafones en la pirámide de necesidades. Porque equivaldría a negar en tales ámbitos funciones tan humanas como la expresión, socialización o autoafirmación.

Nos relacionamos en sociedad, al igual que nuestra “pequeña” sociedad se relaciona con el mundo, a través de la cultura: la que recibimos y la que aportamos. Por tanto la ausencia de cultura afecta directamente en nuestras relaciones sociales: si falla la que recibimos nos vemos distanciados del resto porque no compartimos, nos faltan elementos en común; y si falla la que aportamos nos excluimos porque nuestra visión del mundo no tiene posibilidad de confrontarse con el resto, porque nuestra historia no supone un elemento más a la suma general.

La cultura de una ciudad como Villena supone aportar al mundo tanto nuestro yacimiento arqueológico como nuestro castillo, las obras pictóricas, la música, la literatura y cuanta obra creativa nazca entre nuestra población. Una cultura que para ser valorada requiere de una cercanía y un contraste con la cultura que vive a nuestro alrededor, motivo por el que se requiere el acercamiento, la exposición o presentación de esas obras para suscitar el interés y el espíritu crítico en nuestra ciudadanía. La ausencia de la propia aportación nos inclina hacia la colonización exterior, y la ausencia de la referencia externa hacia la autosatisfacción o hacia una corta valoración de nuestros logros. En cualquiera de los casos, una ciudad sin cultura se convierte en poco más que una ciudad dormitorio.

Pero retomando la línea de comparaciones que se han podido realizar en torno a la economía de una ciudad en relación a la economía familiar, diré que no sólo me parecen insostenibles, sino que además me parecen inoportunas. Porque no creo pertinente igualar la vida de una ciudad a la vida de una familia. Ni en cuanto a sus preocupaciones, ni en cuanto a sus problemas y expectativas. Y si bien puede parecerse, raramente, en cuanto a su modo de presupuestar, distribuir los gastos, desde luego que no se parece al modo de generar sus ingresos.

En todo caso para mí la vida de una ciudad más que a la de una familia se asemejaría a la de una empresa. Una empresa más que una familia. Como un trabajo, una tarea, una misión, antes que como una familia. Porque como familia buscamos una tranquilidad, un recogimiento, una estabilidad, que se le niega a las empresas (de punta a cabo, sean pequeñas o grandes). Las empresas se ven obligadas a apostar por su futuro, saben que sin crecimiento no son nadie, deben renovarse, reciclarse, promocionarse, destacar, arriesgar… Y si no lo hacen no sólo no generarán negocio, no crecerán, no crearán empleo, sino que podrán verse ahogadas por sus competidoras.

Una empresa hoy día no puede permitirse que su personal no esté al día, incluso que pierda lo aprendido. No puede permitirse perder su celebridad allá donde la tiene. No puede permitirse perder sus contactos, su posición, su importancia. Una familia sí. Puede replegarse para hacerse fuerte frente a un mundo exterior que “no necesita”. Una empresa no. Debe mantener lo que tiene, apostar por el futuro, empeñarse en estar afuera.

Apostar por la Cultura de (y en) Villena no es jugar a todo o nada. Es trabajar en un sentido que desde que recuerdo siempre ha sido inherente a nuestra ciudad. Nuestra evolución como “pueblo” durante, pongamos el último siglo, ha estado ligada a un dinámico movimiento cultural: de asociaciones, de artistas: pintura, teatro, música, danza… Así hemos vivido, así nos hemos educado. La gran mayoría ha visto a nuestros familiares acudir a conciertos, obras de teatro, de danza, al cine. Quizás muchos menos les hemos visto practicar también estas actividades. Pero así ha crecido nuestra ciudad. Y se ha convertido en una población abierta a cientos de actividades. Una población capaz de sostener más de cinco medios de comunicación en prensa, radio y televisión. Una población informada, y creativa, con inquietudes, orgullosa de los logros de sus vecinas y vecinos.

Permítanme que peque de imprudente, que me ponga pesado, reiterativo, incluso espeso al escribir. No se trata de otra cosa que de llamar la atención sobre el valor cultural de nuestra ciudad y sobre el peligro que está suponiendo y que puede suponer apretar más la soga.

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