El soplo del destino
Causa desasosiego pensar en la posibilidad de todo aquello que en nuestra vida pudo ser y no fue

El escritor y juez barcelonés Juan Perucho/Joan Perucho abre el cuento Vida de una dama galante con esta sugerente reflexión: Ésta es la rosa de los vientos. Gira, se detiene, apunta hacia un hemisferio cuya fortuna ignoramos. ¿Sabemos acaso discernir dónde se halla la fortuna? El soplo del destino, apenas una débil ráfaga de viento, puede conducirnos o apartarnos de ella.
Aquí el autor, en su escribir caprichoso, juega con dos de las acepciones de la palabra "fortuna". Primero atendiendo su significado más amplio, sinónimo de destino. Después, más constreñido, el de suerte favorable.
Sin desdeñar disquisiciones semánticas, lo que verdaderamente me importa, penetrando en la reflexión, es sentir el desasosiego que me provoca pensar, in crescendo conforme pasan los años, en la posibilidad de todo aquello que en mi vida pudo ser y no fue. Desasosiego en gran parte inútil porque mucho de lo que no pudo ser ya no tiene remedio. Pero sin embargo, cómo atosiga pensar en el hilván de actos que me ha traído al presente en el que estoy, pensar en cada puntada de vida que me ha conducido hasta aquí con los míos.
No me quejo. Pero aturde querer recordar los encadenamientos de lo vivido y, mucho, la responsabilidad de sus consecuencias sobre aquellas personas que en alguna ocasión pudimos perjudicar.
Normalmente todo ello se me presenta en rebolica. Sí, en desorden esas resoluciones que un día y otro día fuimos tomando acertando y desacertando; provocadas ya por remolinos de tornado, ya por la brisa de una débil ráfaga de viento. Soplos del destino.