Escena 1
- No sé qué estamos haciendo aquí, la verdad.
- ¡Ya está el alcalde renegando! ¡Disfruta y déjate de remilgos!
- ¡Pero estamos toda la corporación! ¡Es un exceso!
- ¿Y qué?
- No sé, Andrés. Llámame loco, pero esto es una comunión.
- ¿Y qué?
- Que estamos en un estado aconfesional.
- ¿Aconfesional?
- Sí.
- ¿Aconfesional?
- España lo es.
- No digas tonterías, alcalde. Si no fuera por las celebraciones religiosas, domingos incluidos, en España solo se celebraría el 1 de mayo.
- ¿Y no te parece un poco pretencioso invitar a todos nosotros a la comunión de una niña?
- ¿Por qué me iba a parecer pretencioso?
- No sé… porque a las comuniones van los allegados y ni tú ni yo lo somos.
- ¿No conoces a los padres?
- No. ¿Y tú?
- Tampoco. No sé lo que estamos haciendo aquí.
- ¡Oye, que eso te lo he dicho yo hace un minuto!
- Pero hay una gran diferencia entre tú y yo.
- ¿Cuál?
- Que yo me dejo llevar.
- ¡Tú es que eres muy moderno, Andrew!
- ¿Qué pasa, alcalde? ¡Andresico!
- Buenas, Juanjo.
- ¡Yeeeeeeee!
- ¿Os habéis fijao qué cantidad de gente hay aquí? ¡Esto parece la boda de la hija de Aznar!
- Eso estábamos comentando Andrés y yo.
- ¿Comentando? ¡Tú te estabas quejando, alcalde!
- ¿Quejándote?
- No, hombre. Solo remarcaba que, ahora que parece que la Ciencia ha avanzado tanto y la religión debería tener menos importancia, este tipo de eventos ha sufrido un repunte importante.
- ¿Menos importancia? ¿Te has parado a comparar la Semana Santa de cuando éramos jovenzuelos con la de ahora? Antes salían cuatro nazarenos y ahora el pueblo parece Triana con tanto ritual cofrade. ¡La gente es, o parece, más religiosa que nunca, alcalde!
- Yo creo que es más postureo, Juanjo. La gente oye eso de que las niñas que comulgan parecen princesitas y se flipan.
- ¡Y tanto!
- ¡Shhhhhhh!
- Disculpe, señora.
- Luego, todo esto hay que pagarlo y ahí es cuando la realidad golpea. Pero vamos, que más vale un buen pampaneo que ciento volando.
- No sé. Nunca me han gustado las comuniones.
- ¡Eso es porque comulgaste de marinerito, alcalde!
- ¿Cómo es posible que recuerdes cómo fue el traje de mi comunión y no te acuerdes de revisar las obras de la Avenida de la Constitución, Juan José?
- Porque mi fuerte es la memoria a largo plazo. Y porque en mi comunión, iba de almirante. Además, esos recuerdos bochornosos son los más deliciosamente retorcidos de recordar.
- ¡Anda! ¡Por ahí viene el Roque! Paso de movidas. ¡Me piro!
- ¿Dónde vas, sinsangre? ¡Hoy nadie va a pelear con nadie! ¡Yeeeee, Roque! ¿Qué marcha me llevas?
- ¡Shhhhhhhhhhh!
- Disculpe, señora.
- ¡Ostras! ¡No esperaba encontrar al trío Lalalá en la iglesia!
- Ni yo, ni yo…
- ¿Qué pasa alcalde?
- Nada, Roque. Que, como siempre que hay algo que celebrar, está en contra.
- Es que comulgó de marinerito y…
- ¿A que te meto una ñorda, Juanjo?
- ¿A que no?
- ¡Shhhhhhhhh! ¡Por Dios, que estamos en la Casa del Señor!
- Disculpe, señora.
- ¡Ha empezado él!
- ¿Así que… de marinerito?
- ¡Con el traje de mi hermano mayor! ¿Pasa algo?
- No, no… ¿Qué va a pasar?
- ¿Tú comulgaste de marinero, Roque?
- Yo comulgué con un traje de chaqueta cruzado.
- ¿Te viene todavía?
- Fue un día chulo el de mi comunión. Mi tío el Manocuero, trajo a tres señoritas descocadas y se armó una gorda.
- ¿Descocadas?
- ¡Teníais que haber visto la cara de Don Habacuc cuando, después del tercer o cuarto cubalibre, comenzaron a despendolarse!
- ¿Don Habacuc?
- El sacerdote que ofició mi primera eucaristía.
- ¿Habacuc? ¿Qué mierda de nombre es ese?
- ¡Shhhhhhhhhh! ¡No digáis tacos en la Casa del Señor!
- Disculpe, señora. Contendremos la lengua.
- ¡Más os vale, rojos, que sois unos rojos!
- Rojos éstos, señora, que yo soy del Partido Popular.
- ¡Pues no sé qué haces con éstos impresentables!
- ¡Oiga, señora!
- ¡Rojos, más que rojos! ¡Eso es lo que sois! ¡Enemigos del Señor!
- ¡Señora! ¡Que somos del Ayuntamiento!
- ¿Del Ayuntamiento? ¡Peor me lo pones! ¿No os da vergüenza ver cómo tenéis el pueblo? ¿Que el otro día, cuando vino la Virgen, apenas pudo pasear por sus calles?
- Señora, la Virgen no pasea sola. Es una talla de madera.
- Sí. Es un poco como humanizar objetos.
- ¿Cómo sois capaces de hablar así de la Madre del Señor en su templo? ¡Fuera de aquí! ¡Sinvergüenzas!
- ¡Corre, Andrés, que nos mete con el bolso!
- ¡Señora, por Dios! ¡Ame a sus enemigos! Don’t try the violence!
- ¿Veis como no debíamos haber venido?
- ¡Mi templo es para rezar y no una cueva de ladrones!
- ¡Señora, pegue más flojo!
- ¿Qué llevará en el bolso? ¿Una plancha?
Escena 2
- (¡Psssss! ¡Avelino!)
- ¿Señor alcalde? ¿Qué hace en el confesionario?
- (¿Puede ver si hay una señora de unos 75 años, con un vestido verde lago, agitando un bolso de piel marrón en el aire, por favor?).
- ¿Por qué susurra?
- (Por prudencia, Avelino. Casi hace con nosotros un sacrificio humano).
- (Espere… parece que no está, señor alcalde).
- Salgamos, chicos: parece que se ha ido.
- ¿Seguro?
- ¿Es seguro, Avelino?
- Yo diría que sí, señor alcalde.
- ¡Qué estrecho es este confesionario, joer!
- ¡Joder con la señora! ¡Casi nos escamocha!
- Es que, entre la población se ha instalado mucha crispación, señor alcalde.
- ¡Y usted que lo diga, Avelino! ¿También le han invitado a la comunión sin motivo alguno?
- Sí, ya sabe: esto de las comuniones se ha ido de madre. Lo que antes era una celebración, ahora se ha convertido en un evento social, tal como si fuese una boda.
- Total, para después no ir a misa ni un día al año.
- Y visitar a la Patrona solo en Fiestas de septiembre.
- ¡Ahí estáis, sinvergüenzas!
- ¡Hostia, la señora!
- ¡A por ellos, chicas!
- ¡Y viene con refuerzos!
- ¡Sálvese quien pueda!