Abandonad toda esperanza

Ese sonido nuevo

Abandonad toda esperanza, salmo 841º

Mi referencia favorita, o mi chiste predilecto si lo prefieren, de Regreso al futuro (y eso es decir mucho) es aquella en la que la paradoja temporal en la que vive inmerso Marty McFly durante su viaje de 1985 a 1955 convierte a Chuck Berry en un plagiador de sí mismo: su primo Marvin, líder del grupo (ficticio) Marvin Berry and the Starlighters, le telefonea para que escuche el “Johnny B. Goode” interpretado por el protagonista -pieza que es un clásico del lugar de donde él viene- mientras le asegura: “¿Recuerdas ese sonido nuevo que estabas buscando? ¡Pues escucha esto!”. En efecto, en una sesión del 6 de enero de 1958 -tres años después de la actuación de Marty en el instituto donde estudiaban sus padres adolescentes- el músico grabaría este tema tantas veces versionado y contribuiría así de manera indeleble a cambiar la historia del rock’n’roll para siempre.

El origen de la música popular estadounidense se encuentra en los campos de trabajo de los esclavos del Sur

De ese sonido nuevo trata precisamente El tren de la música, una obra con la que Teresa Torres -licenciada en Historia del Arte, profesora de música y a la sazón ex letrista y teclista de la banda Los Sobornados- recorre el Deep South de Estados Unidos en busca de las raíces de la música popular norteamericana, en un recorrido que arranca a comienzos del siglo XVII (cuando los primeros esclavos procedentes de África llegan a las costas de Virginia) hasta los años sesenta del siglo pasado; momento este en el que la primera invasión británica -con los imparables The Beatles a la cabeza- facilita el intercambio de influencias entre el Viejo Continente y el Nuevo, donde la fusión de los diferentes estilos musicales que se habían ido superponiendo hasta entonces se contagia de una nueva estética que iba a sacudir los cimientos del mundo de la canción con consecuencias irreversibles: el pop.

Aretha Franklin, la gran dama del góspel y el soul

Así pues, la autora arranca con una breve historia del Sur y los orígenes del sonido dixieland, que se encuentra en las canciones que entonaban los esclavos en los campos de algodón, pero también se aproxima a la música de los nativos americanos (que hoy llamaríamos étnica) o la música religiosa primitiva que daría lugar al góspel. Por supuesto, del góspel al blues, el folk y el country (y del dixieland al jazz) solo hay un paso (o dos), articulando una evolución orgánica en la que destacan nombres como los de Robert Johnson, Jelly Roll Morton, Muddy Waters, Woody Guthrie, Patsy Cline o Johnny Cash. Después, claro, llegaría ese rock impulsado por intérpretes blancos como el malogrado Buddy Holly, el incendiario Jerry Lee Lewis o el inevitable Elvis Presley (que disfruta de un capítulo para él solo) y músicos negros como Bo Diddley, Little Richard o el mismo Chuck Berry. Ni que decir tiene que tampoco faltan las voces de The Platters y otras bandas de su cuerda; o el soul de Ray Charles, Sam Cooke, Otis Redding, Aretha Franklin o el Isaac Hayes pre blaxploitation... Para terminar con el nacimiento del rock’n’roll cimentado sobre la base del blues: el de los primeros Rolling Stones o el de las bandas donde militó otro bluesman contemporáneo como Eric Clapton: The Yardbirds y John Mayall and the Bluesbreakers. Y todo ello, plagado de códigos QR que permiten escuchar de inmediato en YouTube los temas más emblemáticos de los cientos que se mencionan a lo largo del libro. Y sí, “Johnny B. Goode” es uno de ellos.

El camaleónico David Bowie en la etapa más glam de su larga carrera

Chuck Berry también aparece, y de qué manera (“si el rock’n’roll tiene un arquitecto, es él”), en Música transgresora, volumen en el que Robert Dimery recopila cincuenta álbumes, canciones o actuaciones que provocaron cambios importantes en la historia de la música del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Para entender el alcance de su propuesta, baste señalar que el territorio recorrido por el autor arranca en 1913, nada menos que con el estreno de La consagración de la primavera de Igor Stravinsky, y termina con el #MeToo de Lady Gaga y compañía en los últimos años. Es decir, que a lo largo de un marco temporal que abarca más de un siglo no le hace ascos ni a la música clásica ni al pop contemporáneo; como tampoco desdeña el jazz, la música minimalista y de vanguardia, el sonido de la Motown, el funk, la música disco, el glam, el afrobeat, el reggae, el rap, el grunge, la música electrónica o el j-pop actual.

Nirvana y su disco “Nevermind”, la pieza más emblemática del grunge nacido en los noventa

A lo largo del volumen, que forma parte de una colección dedicada a la transgresión en diversas disciplinas artísticas, el autor comenta discos e interpretaciones tan inolvidables como el decisivo Rhapsody in Blue de George Gershwin, la “Strange Fruit” interpretada por Bilie Holliday, el nacimiento del bebop con Charlie Parker y Miles Davis, la abucheada transformación “eléctrica” de Bob Dylan en el Newport Folk Festival de 1965, la guitarra desatada de Jimi Hendrix en Woodstock, el alumbramiento del rock metal de manos de Black Sabbath y Led Zeppelin, los discos conceptuales de Serge Gainsbourg y David Bowie, los Sex Pistols o el primer punk, las innovaciones en grupo o en solitario de David Byrne y Brian Eno, el hip hop de Public Enemy, el pop de Madonna, el movimiento Black Lives Matter... y algunos de los discos que más veces he escuchado en mi vida (aunque a mí no me preguntó nada, que conste): Horses de Patti Smith, Master of Puppets de Metallica o Nevermind de Nirvana, por citar solo algunos. En resumidas cuentas: estamos ante un libro sumamente recomendable que, ni que decir tiene y al igual que ocurre con el otro que también les recomiendo hoy, hay que leer con el equipo musical o el ordenador cerca para disfrutarlo como se merece.

El tren de la música. Recorriendo el Deep South y Música transgresora están editados por Ma Non Troppo y Blume respectivamente.

(Votos: 6 Promedio: 4.8)

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