Abandonad toda esperanza

Festival Clooney

Abandonad toda esperanza, salmo 212º
Si alguna vez necesitan de un adivino les recomiendo que no recurran a mí: en cierta ocasión pronostiqué que Schwarzenegger y El último gran héroe iban a arrasar en la taquilla con los dinosaurios de Spielberg. Pero no siempre meto la pata tan estrepitosamente, y cuando vi Abierto hasta el amanecer, escrita por Quentin Tarantino y dirigida por "el tonto del sombrero" (no es juicio de valor, sino un simpático apelativo cortesía de los gambiteros de Muchachada Nui), sí supe ver en aquella película que ni me gustó entonces ni me gusta ahora cómo destacaba algo entre tanto vampiro y tanto macarra, y no me refiero al contundente físico de Salma Hayek y la serpiente más afortunada de la historia del cine, sino al indudable carisma de un actor que prometía mucho y que ha terminado cumpliendo: George Clooney.

El actor, entonces conocido solo por la serie Urgencias, ha construido una filmografía repleta tanto de éxitos considerables como de opciones arriesgadas que han permitido que nos olvidemos de la mala suerte que tuvo con el montaje final de La delgada línea roja (en la que aparece en un minuto de los ciento setenta que dura) o que le tocara en suerte interpretar a Batman en la peor película sobre el personaje (y no me olvido de la versión camp de los 60, con la que por lo menos te ríes). La suya es una carrera donde destaca su asociación con Steven Soderbergh (seis películas hasta el momento) y los hermanos Coen (otras tres), así como su salto tras la cámara para dirigir Confesiones de una mente peligrosa, Buenas noches, y buena suerte y Ella es el partido.

Los distribuidores españoles, conocedores de su tirón comercial, decidieron hacer del pasado viernes un "Festival Clooney" en el que ir al cine sin cruzarse con la sonrisa más arrebatadora de Hollywood (a mí no me miren raro, me limito a parafrasear a su legión de seguidoras) fuese una hazaña imposible. Y es que coincidían en cartel Up in the Air y Los hombres que miraban fijamente a las cabras. La primera, dirigida por Jason Reitman, realizador de Gracias por fumar y Juno, título este de importancia tan sobredimensionada como la barriga falsa de su protagonista, parte como una de las favoritas de cara a los próximos Oscars: se trata de un film que recuerda mucho (a veces demasiado) a El turista accidental, aquella soberbia cinta con un igualmente soberbio William Hurt, pero que termina convenciendo gracias a las dotes de observación de sus guionistas y a la verosimilitud que le otorgan a sus personajes un reparto compacto y sin fisuras, en el que brilla un Clooney que no tiene miedo en dotar a su personaje, un individuo cuyo trabajo es, paradójicamente, despedir empleados, de una vulnerabilidad admirable.

Los que sí parecen haber tenido miedo son los distribuidores, que finalmente no han estrenado el otro título programado para dicha fecha: una sátira política bastante divertida aunque menos corrosiva que, por ejemplo Trampa 22, y con la que Grant Heslov, co-guionista de Buenas noches, y buena suerte, debuta en la dirección. ¿Será porque en este film, que parece dirigido por los Coen cuando se ponen graciosos, su protagonista parece muchas veces un botarate desequilibrado? Y es que admitir a Clooney como un solitario vulnerable es una cosa, pero verlo como un pelele que aspira a convertirse en invisible o a matar cabras solo con el poder de su mirada, es otra muy distinta.

Up in the Air se proyecta en cines de toda España.

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