Vida de perros

Fin de semana digno

Pues bien, según los medios oficiales –Gobierno Civil, El País, ABC, etcétera– cincuenta mil personas se manifestaron la pasada semana en la capital española en defensa de los ataques que están sufriendo sus derechos y los del resto. Cincuenta mil personas que en un alarde de dignidad lograron multiplicarse por cincuenta en los momentos del día en los que se realizaron fotografías aéreas. Fue una manifestación pacífica escoltada por la agonía del ex-presidente Adolfo Suárez, por el “clásico” Madrid-Barça y por el despliegue policial deseoso por encontrar y aplacar grupos violentos (si no, ¿a qué hemos venido?). Exhibición de la insidia nacional amparada y excusada en loor de la democracia.
Un fin de semana el pasado que vuelve a demostrar que la Madre Naturaleza realiza algunas de las mejores obras de arte, porque el conjunto conseguido fue para ponerle un marco: Marchas por la Dignidad-Ninguneo Mediático-Presión Policial; Muerte del Duque Suárez-Democracia-Exaltación del Poder Político; Fútbol-Opio del Pueblo-Rivalidad. Una serie de elementos y conceptos que darían para pintar un tríptico de nuestra España tipo el Jardín de las Delicias de El Bosco con la clarividencia de las láminas de Goya –aunque echaríamos de menos a la Troika, a la Banca y a la Conferencia Episcopal del desaparecido (¿mon?) señor Rouco Varela–).

El 22 de marzo del presente, tras la polémica firma en el Libro de Honores de Villena, llegaron a Madrid las 6 columnas que recorrían España pidiendo Dignidad. Allí se encontraron con gentes llegadas desde cualquier punto del país en coches, trenes o autobuses. Sumaban casi tres millones de personas pero gracias a las nuevas mejoras adquiridas por nuestras fuerzas antidisturbios podían hacérseles frente como si fueran cincuenta mil. El grito era común, aunque unos grupos hubieran estado luchando contra los ataques a la educación pública o contra los ataques a la sanidad pública. Porque el grito reivindica el derecho a la Dignidad, tal y como establece esa Constitución de la que tanto alardean quienes con mayoría absoluta en las urnas se creen con derecho a establecer un régimen democrático dictatorial: “y en nombre de mis diez millones de votos tengo legitimidad para joder tanto a quien me vota como a los catorce millones que votan a otros partidos o que no tienen edad o papeles para votar”. Esa es la democracia, ¿esa es la Democracia?

Dignidad frente a un Gobierno cobarde e interesado que echa a su ciudadanía a los cascos de los caballos: frente a la banca, frente a las empresas energéticas, frente a los intereses europeos que han determinado que España sea rica en mano de obra barata. Dignidad frente a unos inconcebibles porcentajes de corrupción política que piden a gritos o la emancipación del Poder Judicial o la instalación en las plazas de cadalsos con guillotinas.

Murió don Adolfo Suárez. Ganó el Barça en el Bernabéu. González, Aznar y Zapatero blablablaron sobre la democracia, la tolerancia y el diálogo. La prensa escribió sobre la situación de Rusia tras la anexión de Crimea y sobre la situación provocada por el narcotráfico en Rosario –Argentina–. La música desaparece de la escuela, y la filosofía de la Secundaria. Las mujeres someterán sus cuerpos al criterio de Gallardón. La justicia será de pago. La gasolina, el gas, el agua y la electricidad, se tasarán al gusto de las empresas. El trabajo cuando exista se ofertará a costa de un salario incapaz de sostener las necesidades vitales. La banca tendrá libertad para ejercer la usura. La libertad de expresión se suscribirá a los modelos propuestos. La cultura se tratará como producto de lujo. Habrá no obstante ingentes cantidades de basura televisiva capaces de tumbar las mentes más inquietas. ¿Dignidad? Ahí arriba saben y tienen legitimidad para saber y determinar lo que es la dignidad: la dignidad es portarse bien y cerrar la boca.

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