Viéndolas pasar

Ilusionados

Aunque lo pueda parecer no es una broma, es real y diría que es un deseo que cualquiera de los ciudadanos de Villena y de toda España debemos tener ante las inminentes elecciones municipales y regionales a celebrar D.M. el próximo 27 de mayo. Ya he avisado de que no es una broma.
La ilusión debería producirse desde dos puntos de vista: para los que están contentos con los que les gobiernan, porque tienen la oportunidad de ratificarse en su satisfacción, y por otro lado, aquellos que no están contentos con sus ediles porque tienen la posibilidad de pronunciarse democráticamente y promover su cambio. Llegadas estas fechas en las que ya languidece la legislatura y el tiempo para cumplir promesas pendientes se presume insuficiente, como aquel estudiante que deja sus deberes para la noche previa al examen, podremos observar los movimientos convulsos de los políticos de cualquier población a lo largo y ancho de esta España que de forma inexorable dictará sentencia en uno u otro sentido.

Los ciudadanos deberíamos comenzar a analizar las propuestas que nos realizan nuestros políticos, colocar en una balanza la experiencia vivida y la credibilidad que nos ofrecen quienes nos prometen, de nuevo, cumplir todos nuestros sueños. Y digo yo que, después de tantos y tantos años escuchando las mismas promesas, ¿cómo es posible que, en lugar de sueños cumplidos, lo que tenemos, cada dos por tres, son pesadillas?

Hace unos días, en un foro de EPDV digital, una persona se hacía esta pregunta: “Proyectos ¿para qué?”. A bote pronto se me ocurrió responderle, porque me resulta tan evidente que es necesario tener un proyecto para dirigir cualquier empresa –un ayuntamiento es una gran empresa, no lo olvidemos– que por mi mente pasaron miles de argumentos para contestar a su pregunta.

Sin embargo, en la soledad de la habitación del hotel de Sabadell en el que me encuentro, aburrido viendo que la tele está como para no verla, me dio por pensar qué razones tendrá una persona inteligente, como es el autor de dicho foro, para plantear semejante cuestión cuyas respuestas son tan obvias. Y de esta reflexión llegué a la conclusión de que nos falta ilusión, una conclusión que no por conocida deja de ser inquietante, porque la carencia de ilusión en una de las manifestaciones más importantes de un estado democrático –las elecciones– resulta como poco eso: inquietante.

Han sido tantas las veces que nos han engañado a los ciudadanos que estamos hartitos de que nos tomen por tontos, porque resulta insultante que, cada cuatro años, nos prometan una vez tras otra aquello que cuatro años antes ya habían prometido y cuatro años después se ha demostrado que no han cumplido. ¡Y lo vuelven a prometer!

No es extraño que el número de abstenciones se multiplique, que la gente vaya a votar casi, casi, arrastrando su voto, lleno de escepticismo, y que vayan quedando como fijos los más acólitos, aquellos que votan a sus siglas lo hagan mal, fatal o peor. Como se suele decir, votan a unas siglas aunque sea con pinzas en la nariz.

De aquellas reflexiones, de aquella pregunta lanzada por aquel “forista”, del repaso a las múltiples promesas políticas incumplidas tras años de democracia, encontré esta respuesta, que me gusta más que ninguna: El mejor proyecto que podría presentar un partido político es aquel que ilusione al ciudadano y no conozco a nadie más ilusionado que aquel que no se siente defraudado ni engañado. Aquel que percibe que lo que le están prometiendo es real, una meta alcanzable. Porque la humildad es, en mi opinión, el mejor síntoma de la verdadera riqueza.

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