De recuerdos y lunas

Imparable

Javier Ortiz, que se nos murió a finales de abril pasado dejándonos escrita una autosemblaza que fue lección de vida, publicó hace unos diez años en su "Zoom" de El Mundo (2.01.1999) un artículo titulado "El tren imparable". Era al respecto de la Unión Europea y en él nos recordaba, sin recordar quien lo dijo, que alguien dijo que "el tren de la Unión Europea es imparable". En enero de 1999 empezaban las euforias del euro y el periodista, trayéndonos la frase, volvía a mostrar su preocupación por ver sólo inercia en la construcción europea. Como veía mucho disparate, de ser tren imparable, el haberlo puesto en marcha.

La metáfora nos sirve para discernir motivos por los que muchos ciudadanos pasan de la urna continental. La abstención ha vuelto a superar el 50 %. Y eso que el Parlamento Europeo es la institución que más directamente nos representa. Aviados estamos. Pero será que nadie en sus cabales quiere –o puede– subirse a un tren imparable, a un tren en marcha. Subirse a un tren en marcha exige estar en muy buena forma y seguramente despojarse de cualquier impedimenta. Entre la impedimenta que yo veo, veo muy importante la historia. La historia de Europa ha sido un todos contra todos según épocas. Y eso hace poso de recelos. Inglaterra contra España y contra Francia –Trafalgar por ejemplo–, Francia contra España e Inglaterra –Napoleón por ejemplo–, Rusia contra Francia, Reino Unido, el Imperio Otomano y el Reino de Piamonte-Cerdeña –Guerra de Crimea por ejemplo–... Guerra franco-prusiana... Guerras mundiales nacidas entre europeos... Historias cuya lectura patriotera aún perdura en manuales escolares, de bachillerato y universitarios de cada país. Lectura que habrá que superar para hacer Historia del Hombre como viene haciendo muchos años nuestro paisano Juan Bautista Vilar.

También hay en esta UE, que es tren desenfrenado, vagones económicos a los que no pueden acceder algunos viajeros. O el controvertido vagón de la PAC, el de la Política Agraria Común, que años atrás suponía más del 50 % del gasto del presupuesto de la Comunidad, PAC que ha derrochado los dineros de la UE dando palos de ciego entre proteccionismos infames, subvenciones corrompidas y políticas neocoloniales respecto a terceros países. Otro vagón, en el que viaja el español Javier Solana, es el de la PESC (Política Exterior y de Seguridad Común) que hace agua por todas partes pues no se conocen posiciones unánimes de la Unión en situaciones trascendentales: Irak, Palestina, Kosovo, Sahara Occidental... Así, la voz exterior europea es voz débil que denuncia poca cohesión. Ni siquiera nos une el euro. De los veintisiete estados miembros, once no lo utilizan.

O alguien para este tren para que los ciudadanos suban y se acomoden o mantendremos un tren desenfrenado al que nadie puede montar, conducido por unos pocos que cada vez se alejan más y que no para. O acaso un tren desbocado, sin maquinista, como el de la película "El tren del infierno", un tren fugitivo –"Runaway"– que nos angustia. Como anuncian desasosiego para otro tren de película, el de "Unstoppable", imparable.

"El tren de la Unión Europea es imparable"... Europa no se puede construir sobre frases grandilocuentes improvisadas por políticos ridículos. Hace años, un defensor del Tratado de Maastricht también comparó la construcción europea con el montar en bicicleta: "Si paras de pedalear, te caes" —dijo. Fue una frase boba y así la denunció el mismo Ortiz en otro artículo (11.06.1997) porque "todo el mundo sabe que si uno va en bici y para de pedalear, le basta con apoyar un pie en el suelo para no caerse".

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