Vida de perros

La Herramienta adecuada

¡Pero bueno!, díganme si el teatrillo que ha rodeado al Año de Rajoy ha sido tan ridículo y esperpéntico como yo lo he visto. Porque todo no ha sido escuchar a don Mariano insistiendo en aquello de la Herencia Recibida. Justificación exculpatoria a todas luces de sus problemas para cumplir las promesas electorales, el programa, eso que supuestamente da significación a nuestra democracia: la elección de aquellas medidas que individualmente creemos más oportunas, el voto a uno u otros partidos. ¡Pero, claro! –nos viene a decir el Presidente–, es obvio que no podemos realizar nuestro proyecto cuando nos encontramos con un agujero de tropecientos mil millones de euros.
Y eso sí me sorprende a mí. Porque si los partidos políticos que presentan su candidatura al gobierno de un país, región, ciudad, lo hacen sin conocimiento del estado del territorio en el que pretenden gobernar, entonces la cosa sí es para sorprenderse. También es para pensar: ¿qué hacían ustedes cuando estaban en la oposición? ¿Qué hacían cuando preparaban su programa? ¿Acaso no sabían cómo estaban las cuentas, las leyes, las relaciones internacionales…, lo que sea? Porque una de dos: o no lo sabían, lo que dice muy poco del programa elaborado y del interés por el país. O lo sabían y prefirieron hacer caso omiso: marketing, engañar a la población con promesas a todas luces imposibles, pero capaces de reunir el puñado de votos necesarios. Y así funciona España, donde una vez introducido el voto en la urna no queda otra que esperar durante cuatro años los siguientes comicios. España, donde las huelgas, manifestaciones, incluso el Poder Judicial, solo son incomodidades temporales para nuestros Gobiernos.

Por si no fuera suficiente bufonada, al otro lado del hemiciclo –por decir algo– me encuentro con unas declaraciones, entre tantas, que afirman que la Historia juzgará a don Mariano Rajoy como el peor presidente de derechas de los inicios de la democracia española. Y así se quedó la tía. Descansada. Como si eso sumara o restara. Como si fuera una novedad apelar al juicio de la Historia, de la posteridad. Como si no fueran a resumirnos en media página, tres cuartos, en los libros de historia del 2215. Apelar al juicio que la Historia hará de González, Aznar, Zapatero, Rajoy, es tanto como no saber qué decir y además creerse importante.

Y el problema ya tiempo comenzamos a encontrarlo en nuestra representación política. No solo a causa de toda esa escoria que se ha dedicado y dedica a robarnos y a reírse de nuestros problemas. El problema lo encontramos en la herramienta necesaria para solucionar esta situación. Porque descubrimos que unas tijeras no son lo adecuado para desenroscar un tornillo. Una llave Allen no hinca un clavo. Una reunión no soluciona los malos olores. Miles de millones a la banca no salvan a APADIS ni a otras miles de asociaciones socio-sanitarias del cierre de sus actividades.

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