Vida de perros

La inagotable Plaza de Toros

Como verán ustedes, queridas personas, he recuperado el nombre que tenía el edificio antes del bautizo de mayo de 2011, pese a que la nueva denominación me pareciera mucho más –oportuna– atractiva. La decisión de volver a llamarla Plaza de Toros viene motivada por el debate suscitado tras el último Pleno Municipal, aunque espero –y confío con cierta seguridad– que será de carácter temporal puesto que hasta el momento casi todo lo referido a la Plaza de Toros carece de solidez.
Los argumentos que se esgrimen en defensa de la traición que supondría a “quienes abonaron X pesetas en aquellos tiempos” si el edificio ahora no fuera gestionado por el Ayuntamiento; igualados a la argumentación que exalta el uso de La Plaza durante el mandato popular, no sólo son fuleros sino que son tan fantasiosos como para no conseguir hacer pie en la vida real.

Patrañas. Y me refiero a rigor técnico, el que otorgaría por ejemplo un estudio socio-cultural que analizara las necesidades y las expectativas de la ciudadanía y de las asociaciones de la ciudad, que cotejara el mercado cultural (ese que va más allá de los grupos y espectáculos –productos– que controla una única empresa productora-distribuidora), que diseñara un Plan de acción con objetivos a medio plazo compuesto de programas anuales con objetivos que encaminaran el trabajo hacia ese Futuro que se ha determinado.

Cualquiera de ustedes buscaría un profesional (alguien que supiera del asunto, con estudios sobre el tema) si tuvieran entre manos un problema legal, una construcción, un problema eléctrico… Y afortunadamente poco a poco en nuestro país se va exigiendo que cada especialidad se desarrolle por una persona capacitada y cualificada para cada función. Más lentamente en el ámbito de la cultura: en consecuencia nuestras ciudades y pueblos han sufrido las vejaciones más insospechadas: monopolización de la cultura por una empresa, incapacidad para consolidar actividades, derroche, censura, creación de espacios y/o proyectos sin proyección, insatisfacción, indignación de las personas o colectivos generadores de cultura por la indiferencia hacia su trabajo, ausencia de promoción de los valores culturales autóctonos (sobre todo los coetáneos, los contemporáneos)…

Y así ese tema “zanjado” que resultaba La Plaza vuelve a la actualidad. Peor todavía, porque vuelve como entidad cuando debería de ser “parte de”. La Plaza sale a debate con el repertorio mínimo: las corridas de toros y “más cosas”. Sale a debate situándose entre la gestión privada y la gestión pública. Gestión pública que desde hace demasiado tiempo anunciamos como imposible para nuestras arcas. Y gestión privada que supone monopolización, interés comercial y una nula integración con el “proyecto” (entrecomillado por su ausencia) sociocultural de Villena. Un debate tan etéreo y tan llevado al terreno de los platós de la televisión basura que bastaría un intento por hacerlo tocar tierra para desmontarlo.

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