Hace unos meses encontré a un exconcejal de izquierdas precisamente en la puerta de nuestro Ayuntamiento. Y al poco de iniciar la conversación, me lanzó a modo de pregunta retórica un: Antonio, ¿pero qué es Compromís, qué tiene que ver Villena con Compromís? (para que el lector se haga una idea fehaciente del sentido de la pregunta, piénsese leída la palabreja en villenero auténtico y genuino, con las vocales bien abiertas y la 'ese' final abracadabrante que usamos sólo nosotros).
Yo sólo escuchaba. No respondía. Porque el interlocutor se daba todas las respuestas. Pero la verdad es que me llevé la reflexión a casa, y cada vez que me desayuno con los titulares, las noticias y los asuntos de cada día, recuerdo aquel momento. Sin prisa pero sin pausa, se acerca la puesta en marcha de la nueva televisión y radio autonómicas. Cuya lengua vehicular será 100% el valenciano. Una lengua que ni fue, ni es, ni nunca será la nuestra. Una lengua, dicen los expertos, que hay que proteger porque está abocada a su desaparición. Es la discriminación positiva a la lengua minorizada (expresión incorrecta) a la que apelan los políticos.
La realidad lingüística es la que es: el valenciano apenas se usa en la capital de la provincia, y los casi dos millones de alicantinos empadronados, tienen -tenemos- como lengua materna el castellano. La provincia de Alicante no es bilingüe. La puesta en marcha de un medio de comunicación público que hable solamente en valenciano supone, en nuestra provincia, una curiosa anomalía por la cual una minoría se impone a una inmensa mayoría. Sin que ésta diga esta boca es mía.
À., con su plantilla de un mínimo de 500 contratados, tendrá más trabajadores que todas las radios y las televisiones de nuestra provincia juntas. En condiciones laborables mucho mejores. Aunque su audiencia vaya a ser insignificante. Porque la lengua, o late, o es materna, o no es. Y mi amigo exconcejal me lo explicó muy bien aquella mañana casi sin querer.
