Abandonad toda esperanza

La reválida

Abandonad toda esperanza, salmo 617º
Que a un autor de cómics -o de cualquier otra disciplina artística, vaya- lo encumbren a lo más alto gracias a la acogida de una obra determinada, sobre todo si esta es su primera creación, siempre conlleva el riesgo de que aquel no sepa sobrellevar las expectativas que va a despertar su siguiente obra e incluso puede llegar a sufrir de bloqueo creativo (la tan temida "página en blanco"). Pero afortunadamente hay autores que no caen en esa trampa y con el desarrollo de su producción no hacen sino ratificar las esperanzas que se depositaron sobre sus hombros en un principio.

Este es el caso de Isabel Greenberg, que convenció a propios y extraños con la cosmogonía trazada en las páginas de La Enciclopedia de la Tierra Temprana, título galardonado con el Premio a la Mejor Novela Gráfica del Año por la British Book Design and Production Association, y que también consiguió dos nominaciones a los premios Eisner como mejor álbum y mejor autor del año. Con su nueva obra, Las cien noches de Hero, regresa a ese espacio mítico para ofrecernos una variación en clave feminista de la construcción narrativa de Las mil y una noches; en este caso centrado en la figura de dos jóvenes, la esposa de un noble y la criada y amante de esta, que para evitar el desvirgamiento de la primera trazan conjuntamente un plan: la sirvienta, la Hero del título, relata noche tras noche una historia que mediante argucias de diversa índole deja inconclusa al amanecer para desesperación del aspirante al lecho. El resultado es un álbum que se lee con fruición, pues recupera el placer por contar historias que alumbró -nada menos- el nacimiento oral de la literatura... pero visto desde una perspectiva postmoderna gozosamente desmitificadora. Y por si esto no fuera atractivo suficiente (que ya les adelanto que lo es, y mucho), todo el asunto está ejecutado con una belleza plástica deslumbrante.

Aunque se trata de otra autora a tener muy en cuenta, el caso de Julie Maroh es bien distinto. Y es que después de la aplaudida El azul es un color cálido -que ya solo por haber servido de base a la excelente La vida de Adèle ha pasado a la historia del cine gracias a su Palma de Oro en Cannes- nos había ofrecido otro título de gran valía, Skandalon... que lamentablemente pasó algo desapercibido en el momento de su publicación (no para ustedes, fieles lectores, pues ya le dedicamos unas líneas elogiosas entonces). Ahora la autora tiene la oportunidad de revalidar su prestigioso estatus con un título que, aunque solo fuese por su carácter episódico, es muy distinto de los anteriores: Cuerpos sonoros es una antología de veinte pequeñas historias sentimentales, más un prólogo y un epílogo, que transcurren en Montreal, y en las que la autora pretende, tal y como explicita en su prólogo, dar voz (y cuerpo) a un buen número de todas las variantes posibles de las relaciones sentimentales: la homosexual, la transexual, el ménage à trois o el poliamor son solo algunas de las variantes reflejadas, en pequeños retazos que ponen el foco de atención en los pequeños detalles; y que sumados en un corpus único se convierten en un bello e imbatible alegato a favor de la tolerancia.

Y para terminar con esta breve nómina de autores y obras recomendados, una aportación nacional: Borja González y su The Black Holes. A González le descubrí gracias a La Reina Orquídea, una de esas pequeñas obras maestras que incomprensiblemente no aparecen en la mayoría de listas de lo mejor del año, y de las que en cada cosecha hay siempre algún que otro caso contado. Por tanto, era lógico que esperara con ansia su nuevo trabajo, más aún si se trataba de su primera novela gráfica de largo recorrido; y también era comprensible que lo hiciera tratando de ser precavido para no alimentar expectativas más elevadas de lo estrictamente necesario. Una vez leído The Black Holes, puedo decirles que no había nada que temer: este relato de la formación de un grupo de punk femenino cuyo nombre es un homenaje diáfano al magistral Agujero negro de Charles Burns (y no a las teorías del malogrado Stephen Hawking, como un personaje del cómic sugiere en un momento determinado) se revela tan rico, sugerente y fascinante como su anterior tebeo; del cual su responsable rescata unos rasgos autorales ya muy identificables: el retrato veraz del espíritu (post)adolescente, un muy buen oído para los diálogos, una poderosa capacidad a la hora de manejar metáforas poéticas y elipsis narrativas de la que deriva su particular querencia por lo enigmático... y ese muy personal estilo gráfico de líneas sencillas y personajes que, pese a carecer de rasgos faciales, resultan muy expresivos gracias a la fusión de los lenguajes verbal y corporal. Estamos pues ante otra maravilla más de su autor, que de nuevo lo coloca en la difícil posición de ser sospechoso de frustrar ilusiones venideras en un futuro cercano. Pero, por otra parte, y como ocurre también en los casos de Greenberg y Maroh, bienvenida sea tal tesitura por todo lo que significa.

Las cien noches de Hero, Cuerpos sonoros y The Black Holes están editados por Impedimenta, Dibbuks y Reservoir Books respectivamente.

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