Bien estamos, estamos

Lo de Motor Ibérica

Un comentario políticamente incorrecto –incorrecto en su sentido más literal para el régimen dictatorial que nos gobernaba– podía tener consecuencias nefastas

Por profesión, vocación o curiosidad uno se interesa por episodios coetáneos a su vida. Especialmente por los contemporáneos a la infancia. En este ejercicio hay acontecimientos que se refrescan en la memoria bien porque los vimos en televisión, bien porque los oímos comentar en casa, en la escuela, en la calle u hojeando el periódico de nuestros padres. Sin embargo, otros hechos, por lo que sea, parece que sucedieron en otra época y lugar. O incluso parece que no sucedieron. Porque entonces –este entonces es junio de 1973– no supimos de ellos. Así se nos presentan como vida no vivida.

Verdad que uno, con diez años o camino de los diez años, estaba en otras cosas, pero en algunos casos no supimos de ellos porque en aquellos tiempos era mejor que no supiéramos. Tiempos de silencio, tiempos de demasiados silencios. Porque un comentario, políticamente incorrecto –incorrecto en su sentido más literal para el régimen dictatorial que nos gobernaba– podía tener consecuencias nefastas. A pesar del aperturismo, la dictadura seguía siendo una dictadura; y de lo que no se debía hablar, mejor no hablar. Y en junio de 1973 mejor no hablar de lo que sucedía en Navarra a raíz de lo de Motor Ibérica.

Lo sucedido lo recuerda Manuel Martorell en LA AVENTURA DE LA HISTORIA. El despido de doscientos trabajadores de la factoría de Motor Ibérica en Noáin, como la intención de desmantelar la fábrica, provocó una huelga general en la región que duró diez días. En origen, la movida había sido por una hora de paro a principios de mayo reivindicando una paga extra pendiente. A pesar de que una sentencia de Magistratura había dado la razón a los obreros, la empresa se hacía la remolona. Prensa obrera de Barcelona, explicando las causas de la huelga, hablará de "cerril postura represiva de la dirección de la Empresa". No obstante, ante la presión, Motor Ibérica saldó la deuda; pero expedientó a diecisiete miembros del jurado de empresa e inició, a mediados de mayo, el desmantelamiento de la factoría, despidiendo a los obreros y trasladando material a otras fábricas que tenía por España.

Movidos por la solidaridad, trabajadores de la región protagonizaron paros. Así los de la fábrica de electrodomésticos Super Ser, los madereros de la Mocholí, los de las minas de Potasas, los de la fábrica de coches Authi, los de Imenasa (Industrias Metálicas de Navarra S.A.), los de carrocerías Industrias Esteban y los de Indecasa (Industrias de Carrocería S.A), los de llantas de Mapsa (Manufacturas del Aluminio Pamplona Sector Automoción)… Como fichas de dominó se sumarán en solidaridad, como se sumarán, por la parte contratante, las represalias. Por ejemplo, el 8 de junio, la dirección de Authi sancionará a 361 operarios. Por la parte contratante las represalias y por parte del ejecutivo la represión policial.

Doce de junio, aplacado el intento obrero por evitar el desmantelamiento de la fábrica de Motor Ibérica, los trabajadores se encierran en la iglesia de El Salvador, situada en el barrio obrero de la Rochapea de Pamplona. Les apoyan el arzobispo, el párroco y el cura de Noáin. Solidarizándose de nuevo los trabajadores de Navarra (obreros, empleadas de los almacenes UNZU, empleados de banca, bares, panaderías…) se extienden las protestas, se crean cajas de resistencia, se forman barricadas y el día quince se apuntala la huelga general, que durará diez días.

En Madrid, mientras la lucha obrera en Navarra, el almirante Luis Carrero Blanco jurará su cargo como presidente del gobierno, cargo monopolizado hasta la fecha por Francisco Franco Bahamonde, "Caudillo de España por la G. de Dios". Así decían los duros. Así.

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