Abandonad toda esperanza

Maestros apocalípticos y discípulos integrados

Abandonad toda esperanza, salmo 75º
Hace unas semanas les comentaba la frustrante sensación que un servidor sintió tras ver una película tan esperada como Banderas de nuestros padres de Clint Eastwood; y añadía que por más injustas que sean las comparaciones resulta harto complicado resistirse a hacerlas.

Por fin se estrenó Cartas desde Iwo Jima, segunda entrega del díptico dedicado por el veterano cineasta a la famosa contienda. Esta nueva película es claramente superior a su predecesora, pero estamos ante el mismo caso: si Banderas tuvo que enfrentarse con el sambenito de seguir a dos joyas como Mystic River y Million dollar baby en una filmografía impecable, a la cinta japonesa de Eastwood le ha tocado en suerte torear con la responsabilidad de ser, ya de arranque, la mejor entrega de esta doble epopeya bélica.

Y la sensación, tan injusta como comprensible, vuelve a ser la misma: de frustración... aunque se mitigue gracias al magnífico trabajo del actor Ken Watanabe; a su espléndida fotografía, más quemada y menos lustrosa que la de Banderas; y al ritmo sosegado que el autor de Sin perdón imprime a la historia.

En cambio, con la alemana La vida de los otros sucede todo lo contrario: una película surgida como de la nada, firmada por un realizador novel, con actores a los que apenas hemos visto o que directamente son desconocidos (al menos fuera de las fronteras de su país), y que haciendo gala de un impecable clasicismo fuera de toda duda se revela como una cinta a la altura del mejor cine del Fritz Lang de los años 40 y 50.

El film está protagonizado por un dramaturgo que se replantea su fidelidad al régimen de la República Democrática Alemana previa a la caída del Muro, así como por el agente de la Policía Secreta encargado de espiarle. A partir de estas dos figuras, la cinta plantea el tema de la rebeldía del individuo frente al poder y las dudas que van surgiendo en la experiencia vital de los integrantes de ambos bandos.

El director, Florian Henckel von Donnersmarck, de kilométrico nombre y por lo visto todavía más kilométrica estatura, se enfrenta a su inexperiencia en el mundo del largometraje con una soltura que resulta pasmosa, por más que tenga a su lado, como fieles compañeros de armas, un guión férreo y un plantel de actores digno de todos los aplausos.

Y no es justo que el atrevimiento de Eastwood a la hora de filmar dos películas sobre la misma historia, una de ellas hablada en japonés, se salde con el sabor amargo de la derrota, mientras que un film tan poco moderno como el del alemán arrase con los premios del cine europeo. Pero la vida no siempre es justa, sobre todo en lo que a los prejuicios se refiere. Por ello no es de extrañar que en la cada vez más marciana entrega de los Oscar la cinta de Eastwood se fuera casi de vacío ante la portentosa Infiltrados de Scorsese, pero aún menos extraño resulta que La vida de los otros desbancara a El laberinto del fauno como Mejor Película de Habla No Inglesa.

Cartas desde Iwo Jima y La vida de los otros se proyectan en cines de toda España.

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