Abandonad toda esperanza

Maravilloso documental imposible

Abandonad toda esperanza, salmo 20º
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una película como con Munich. Y no entraré en debates políticos a favor de Israel o Palestina, dicotomía en la que tampoco entra su director, porque considero que no tengo la información suficiente y no quiero en ningún caso caer en la demagogia. Les hablaré de la última película de Steven Spielberg como lo que es: cine del mejor.

Hablaba el otro día con mi amigo Mariano sobre Crash, película bastante recomendable de la que yo le argumentaba lo que menos me había gustado de la cinta: que tenía la sensación de que la trama estaba demasiado al servicio de una tesis, como sus personajes, poco más que marionetas en las manos del director, y que éste me insistía machaconamente en lo complejo que es el ser humano, y que cada persona puede en ocasiones ser el mejor de los hombres, y en otras el mayor de los hijos de puta.

Munich, en cambio, nos viene a decir lo mismo sin subrayar nada: deja que el espectador saque sus propias conclusiones. Para ello, recuperando el pulso narrativo del mejor cine político de los 70, de Pakula a Pollack pasando por Costa Gavras, se vale de un estilo casi documental al relatar la brutal venganza del gobierno israelí mediante un comando del Mossad, encargado de matar uno por uno a los supuestos culpables del secuestro y asesinato del equipo de atletas israelí durante las Olimpiadas de 1972.

En cuanto al uso del lenguaje cinematográfico... qué quieren que les diga: con el paso de los años Spielberg ha aprendido el oficio con creces, y todas sus últimas producciones, gusten más o menos según filias y fobias de cada uno, son irreprochables en ese sentido. Capaz ya de filmar lo que le venga en gana, no se circunscribe tanto como antes al género fantástico (del que nos ha dado obras maestras como Tiburón o A.I.), sino que también rueda auténticas maravillas que difícilmente se adscriben a un género, como Atrápame si puedes (si les parece, de La lista de Schindler no diré nada, porque necesitaría el periódico entero). Ahora, en Munich hace gala de una sobriedad, si se me permite la contradicción, espectacular: resulta complicado tomar partido por nadie, ya que todo se nos cuenta con una frialdad escalofriante. Munich es un documental imposible, como si Dios tomara una cámara y filmara los acontecimientos.

Por si esto fuera poco Spielberg, como ocurre con los grandes clásicos, de Welles a Ford, o en Hitchcock sobre todo, consigue dotar de gran dramatismo y suspense a elementos tan anodinos como un teléfono a punto de sonar o una lámpara a punto de apagarse. Es decir: Munich es una joya del séptimo arte creada por un artista que no desmerece ni ofende el legado de sus maestros.

Munich de Steven Spielberg se proyecta en cines de toda España.

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