Viéndolas pasar

No apagues Aureliano

Por esas cosas de la vida, esta semana pasada Aureliano Buendía y un servidor hemos coincido en una buena parte del tema que tratábamos en nuestras respectivas columnas. Ambos hablamos del “Proceso de Paz”, Aureliano otorgando “permiso” al Gobierno para iniciar las conversaciones y yo, constatando que esto tiene toda la pinta de haber sucedido mucho tiempo atrás.
Desde luego, lo que más me alegra de dicha coincidencia es que el común denominador es que deseamos que se alcance la Paz, no al precio que sea, pero sí siendo conscientes de que en cualquier negociación, hay algo que se queda en el camino para las partes en litigio. Es decir, cuando dos negocian, tratan de acercar posturas y ello implica ceder.

Como ya he dicho en repetidas ocasiones, un servidor no es más que un observador que, como cualquier otro ciudadano, ve, reflexiona e interpreta el día a día de la ciudad, el país, el mundo… con ello quiero decir que mis conclusiones son tan acertadas o erradas como lo son la de la inmensa mayoría de los ciudadanos. A falta de más información, la percepción, intuición y en ocasiones, el sentido común, guían nuestras opiniones. Dicho lo anterior, pienso que se equivocará quien pretenda negociar máximos a los que la ciudadanía en general es contraria, y pienso igualmente que se equivoca quien no deja abierta una puerta a que este llamado “proceso de Paz” pueda salir bien.

Como bien claro dice Aure, todos los gobernantes, en algún momento de sus mandatos, han probado la posibilidad de firmar la Paz (insisto en las mayúsculas); hay que reconocerle el mismo derecho a los nuevos gobernantes. En esto estoy de acuerdo con Buendía.

En lo que no puedo estar de acuerdo con nadie que lo diga, siquiera lo insinúe, es que haya alguien perteneciente a algún partido político democrático que pretenda reventar este proceso por intereses puramente electoralistas, egoísmos o envidias. No puedo ni quiero creerlo y, de igual modo que se pide un voto de confianza para unos, pido otro para los otros y que dicho voto de confianza venga en forma de un intento amistoso de acercamiento y trabajo en común en aras de lograr la Paz anhelada por los ciudadanos.

¿Más intentos? –me ha parecido escuchar que se pregunta. Pues sí, todos los que sean necesarios porque si el fin último es lograr una Paz estable, la consecución de este objetivo sería plena yendo de la mano todos los demócratas. Por tanto, bien merece la pena seguir intentándolo una vez tras otra y por qué no, escuchando lo que los demás opinan y cuando digo escuchar, digo tener en cuenta y digo ser leales, porque algo de esto ha faltado o me ha parecido que faltaba en el inicio de los “contactos”.

Cambiando de tema. En este tiempo he observado lo mucho que coincidimos las personas, seamos de la ideología que seamos, cuando tratamos sobre cualquier asunto serio. Los matices vienen en la forma de llevar a cabo la exposición de las ideas o la forma de alcanzar estos objetivos. En este tiempo, con pesar (no lo digo por Aureliano) me he dado cuenta de que antes que valorar lo que se dice o se piensa, se mira quien lo dice y qué representa. Una vez aclarado que quien habla no representa más que una opinión personal, deja de tener críticos “enemigos” y pasa a tener invitaciones a colaborar en proyectos. En las altas esferas de la política de un país parece normal, pero en el ámbito de la ciudad, es una pena que esto suceda así.

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