Abandonad toda esperanza

Nueva vida, viejas costumbres

Abandonad toda esperanza, salmo 395º
Haciendo suyo aquel dicho popular de "Año nuevo, vida nueva", El Periódico de Villena encara como bien saben una nueva etapa de su ya longeva existencia. Así, esta es la primera columna de Abandonad toda esperanza que se publica exclusivamente en formato digital y que por tanto no podrán leer en papel (aunque una vez al mes seguiremos viéndonos en los quioscos y librerías). Nace así un nuevo proyecto que me consta nos ilusiona a todos los que hacemos esta publicación, aunque mi caso en particular se corresponda a una parcela tan pequeñita como esta sección con la que les doy la tabarra semanalmente... y donde, ahora sin la lógica restricción de espacio en papel, les daré la tabarra un poco más a partir de ya mismo.

Pese a estas novedades, me confieso hombre de costumbres muy arraigadas, al menos en lo que se refiere a aquellas que me parece conveniente mantener, y la de empezar el año viendo y leyendo clásicos que no defrauden como forma de invocar a los hados para que todo lo que venga no sea mucho peor es una de ellas. No obstante, si hubiese permanecido fiel a mi propósito del año pasado -seguir viendo todos los títulos pendientes, o al menos los que tuviese a mano, de la célebre lista de las mejores películas de todos los tiempos, que antes encabezaba Ciudadano Kane y ahora Vertigo-, el primer film de este 2014 habría sido Primavera tardía de Yasujiro Ozu. Pero francamente, con la que estaba (y está) cayendo necesitaba un chute de optimismo, que también me hizo desestimar algún que otro Ford (estoy yo como para revisar Las uvas de la ira ahora mismo). Aclarado esto, ¿qué mejor que ver algún film de Frank Capra que todavía no hubiese catado? Esto, claro, dejaba de lado ¡Qué bello es vivir!, esa película que todos los años programaba Canal 9, y cuyas futuras emisiones quedan en el aire ahora que la televisión autonómica ha cerrado definitivamente (toda una metáfora de los tiempos que corren que ya no podamos ver en Nochebuena y con el logotipo del canal valenciano las desventuras del bueno de George Bailey). Así pues, opté por otra cinta de aquel realizador al que el siempre militante Juan Antonio Bardem llamaba despectivamente "Abuelita Capra": Caballero sin espada. Un film que, pese al buenrollismo que siempre destila la obra del realizador, me recordó que los males que nos asolan ahora mismo (con la intrusión del capital privado en la administración pública y las manipulaciones que ello supone) también se daban en los Estados Unidos de los años 30. Vamos, que es una obra maestra con un James Stewart y unos secundarios excepcionales (ese Claude Rains siempre impecable), pero que no consiguió hacerme olvidar lo mal que andan las cosas.

Y puestos a no olvidar, y a la hora de encarar la lectura de un clásico incontestable de la literatura, qué mejor que optar por Los miserables, la monumental novela -hablamos de la friolera de unas mil ochocientas páginas- que Victor Hugo publicó en 1862 en cinco volúmenes, y donde a partir de las peripecias de Jean Valjean el escritor francés denunciaba las injusticias de un mundo donde los bienes no se reparten con equidad precisamente. A estas alturas no debería ser necesario recordar que el libro ha sido la base no solo para varias adaptaciones cinematográficas, sino también para el célebre musical que también llegó al cine hace no mucho. Sí es necesario señalar que por vez primera se publica en nuestro país como se merece: con una edición íntegra del texto, esta vez con nueva traducción a cargo de María Teresa Gallego Urrutia, y que forma parte de la "Biblioteca de Traductores" de Alianza, de la cual hace unos meses les recomendaba su nueva versión de otro clásico trasladado últimamente al cine: El gran Gatsby. Esto es lo que se llama apostar sobre seguro.

Y en cuanto al cómic, y también dispuesto a no arriesgar ni un ápice, no se me ocurre mejor manera de empezar el año que hacerlo con uno de sus primeros clásicos indiscutibles: Winsor McCay. Pero en lugar de hacerlo con el más popular Little Nemo, me decido por otra de sus pequeñas criaturas, Little Sammy Sneeze, cuyos estornudos casi sobrenaturales desatan el caos allá por donde va. Las aventuras de este pequeño diablillo fueron publicadas en la prensa norteamericana a comienzos del siglo pasado, pero todavía permanecían inéditas en nuestro país: una carencia imperdonable que por fin se subsana gracias a la publicación de las planchas dominicales a color que con mucho mimo traduce María Robledano y edita Jesús Egido en otra colección que habrá que seguir con atención: "Los tebeos de Cordelia". Una línea editorial, dicho sea de paso, donde prometen publicar también títulos contemporáneos, como Thom de Andrés Meixide. Lo dicho: así es fácil empezar el año con alegría. Veremos cómo lo terminamos.

Caballero sin espada está editado en DVD por Columbia Tristar Home Video; Los miserables y Little Sammy Sneeze están editados por Alianza y Reino de Cordelia respectivamente.

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