Vida de perros

Perdonen mi ignorancia (me da alas)

Cuando pienso en esos cien mil millones de euros, 100.000.000.000 €, que “Europa” está dispuesta a prestarnos… No sé… Y pienso que se los van a tragar los bancos, esos que no están siendo capaces de hacer llegar el dinero a la calle, pese a que de los bolsillos españoles les entregamos varias decenas de miles de millones de euros.
Decenas de miles de millones de euros y deseosos de zampar de un modo que parece vicio. No sé… Tampoco puedo hablar demasiado a causa de mi ignorancia. Lo que está en la Red, en los panfletos, en las conferencias, no da para una licenciatura.

De modo que tampoco les voy a marear mucho, queridas personas, con esto de la economía. Por mi parte solo me da para pensar en una cosa: fundar una banca nacional y manejar desde allí esa centena de miles de millones de euros. Desde nuestro banco. Sin remordimientos sobre lo que les pueda pasar al resto de negocios financieros. Al menos no más remordimiento del que manifiestan ciertas indemnizaciones y ciertos sueldos vitalicios; ni del que dejan notar los engaños a su clientela, que afortunadamente la justicia poco a poco (la justicia en España, vamos) descubre y castiga. No un banco malo. Un Banco nuestro. Repleto. Con cien mil millones de euros fresquitos. Para potenciar nuevos negocios, nuevas inversiones en proyectos, en investigación, nuevas compras, importaciones… Dinero en la calle. Ese que no aportan las entidades financieras hoy día (¿porque están hasta el cuello?). En fin, perdonen mi ignorancia pero, como espontáneamente dijeron los hermanos Estopa en un programa de radio: “yo solucionaba la crisis imprimiendo más billetes” (una respuesta tonta a primera vista, pero una medida que han tomado en su día países como Estados Unidos).

Y dejo de hablar de ¿economía? para terminar con algo sobre lo que no soy menos ignorante: las obras públicas: las reformas llevadas a cabo en el último tramo de la calle Constitución y en la calle paralela a los colegios del Barrio de San Antón (en el Grec). Intervenciones que a mi juicio y respecto al uso que hago de ellas, dejan demasiado que desear. La una porque obliga a dar un gran rodeo a cualquier vehículo que circule por la zona, por ejemplo: casi quinientos metros para salir de la gasolinera y volver a la altura de la gasolinera en sentido contrario (particularidad que sumada al ingenioso laberinto de señales de dirección, proporcionan un simpático recorrido a quien quiera ir al Bar El Gordo, Cobse o el estanco). La otra intervención porque ha empeorado el aparcamiento junto a los colegios, obligando a dar rodeos que entorpecen todavía más el tráfico de la zona. Diría incluso, que ambas intervenciones, al recorrerlas tranquilamente, me inspiran una sensación lejana a la belleza. Sensaciones que sugieren “provisionalidad”, “improvisación” (como esa curva chicane en el carril bici, para bordear un poste de luz) “hacer por hacer”… Será ignorancia mía, pero no me convencen.

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