Vida de perros

Plazas

Verán, casi prefiero pasar de largo en lo referente al asunto de la Plaza de la Comunidad Valenciana, en lo que toca a cualquiera de las partes menos a la del vecindario, que ahora podría sentirse como esa criatura en mitad de una disputa familiar. Curioso es sin duda que este vecindario se haya hecho valer con una demanda pública a través de un medio provincial, algo que apunta en dos sentidos: o que pese a expresar sus quejas en nuestro Ayuntamiento, no han recibido respuesta; o que sin trámite oficial por medio han optado a las bravas por la manifestación pública de sus problemas.
En cualquiera de los casos razones no faltan para criticar las distintas intervenciones realizadas allí, que la han llevado a ser tanto plaza de escaparate como de retales. Imagino que fruto de razones prácticas o estéticas de algún modo alejadas de la realidad social del entorno. Del mismo modo podríamos seguir argumentando con muchas otras plazas y parques de Villena. Incluida por supuesto La Plaza –la de toros–, promesa sangrante para las arcas municipales que vuelve a ser presentada después de exfoliada como espacio recuperable para actividades deportivas. Una idea que les parecerá del modo que les parezca, queridas personas, pero que en el peor de los casos a mí me inspira un “ya que la pago…” que no admite dudas. Y es que basta con mirar alrededor, tanto cerca como lejos, en este país nuestro, para que nos entren serios impulsos de enviar al personal a rodar cortometrajes a la Ciudad de la Luz, o para abrir las puertas de cientos de monstruos (bibliotecas, museos, anfiteatros) tan nuevos como abandonados. Abrir esas puertas a grupos de teatro, agrupaciones de bolillos, jugadores de rol, grupos de artesanía… ¡qué sé yo! A cualquiera que necesite un techo para realizar sus actividades. A cualquiera antes que seguir pagando mastodónticos edificios vacíos con menos futuro que uno de nuestros presidentes del gobierno en un examen de inglés. Da la impresión que todo lo que se ha hecho durante el cuarto de siglo pasado ha tenido como base el enriquecimiento y el lucimiento, en lugar de todo lo que en realidad debía de tener en cuenta: el entorno, las necesidades sociales, la practicidad. Y si esto es triste, para completar diremos además que como consecuencia de estos “sueños” materializados, se han descuidado otras actuaciones menos llamativas y más necesarias.

Lo que me lleva, en estos tiempos de economía gris, a reivindicar la toma de espacios abandonados, a reivindicar su utilidad, que con seguridad no será la que estaba planificada ya que, seguramente, tardará largos años en resolverse. La toma de nuestra Plaza es solo una de las alternativas, la otra es: nada (sí, tres o cuatro eventos anuales a los que no molestarán el resto de actividades que se pueden llevar a cabo).

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