¡Pues vaya un gran salto!
A los USA y a la URSS les pasa lo mismo que a los amantes de Teruel: tonta ella, tonto él
50 años ha. Aquel 20 de julio de 1969, cuentan las crónicas, el hombre llegó a bordo del Apolo 11 por vez primera a la Luna esa de la que se enamoró un toro. Muchos escépticos hay que dicen que naranjas de la China; aferrándose al clavo ardiendo de que todo fue una farsa viéndose en pantalla escenas grabadas en un plató de Hollywood y, para más inri, dirigido, nada más ni nada menos, por Stanley kubrick -2001: una odisea del espacio-. Por pedir que no quede.
Esto pudiera ser; pues en aquellos, definámoslos así, maravillosos años 60, los EE.UU. y la Unión Soviética estaban siempre a la gresca y cada uno por su lado quería a toda costa, cual mañacos cagones malcriados, ser los primeros en todo. Y, bien mirado, lo lograron con creces los machotes: a imbéciles no les ganaba ni una convención de tontos al completo.
En millones de televisores del mundo mundial se pudo vislumbrar, en un blanco y negro horrendo a más no poder, imágenes del acontecimiento, aunque en ocasiones fuese imperioso agudizar la vista como otrora se hacía con la película porno codificada del extinto Canal+. Mal pensando, hubiera sido la hostia que cuando Neil Armstrong bajó la escalinata largando aquello de: “Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la Humanidad”, toda vez que pisaba la polvorienta superficie lunar, con esta pisada del zapatón aplastase el único vestigio de vida en el satélite. En efecto, ya sería el colmo de la mala suerte.
Una vez hubo bajado el 2º astronauta (Aldrin), se entretuvieron haciéndose arcaicos selfies, dando saltos imposibles en nuestro planeta, recogiendo muestras con movimientos que, debido a la deficiente definición de la grabación, bien recordaban al cine cómico de primeros del pasado siglo, así como pasearse en un coche lunar que en nada envidiaría al coche de Pedro Picapiedra. Cuando la turné dio a su fin, se montaron nuevamente en el módulo marchándose a la francesa, o sea, sin despedirse de nadie.
Ya en nuestro pútrido planeta, en el museo Smithsonian de Washington dentro de una vitrina cúbica, a cuyo pie en un letrero se lee: Moon Rock, se puede contemplar una muestra que ni cura ninguna enfermedad, ni palia la estupidez humana, ni sirve absolutamente para nada; puesto que se trata simple y llanamente de un piedrote.
Y como aseguran que en el 2024 volverán pisar la Luna y después le toca al planeta rojo, este que lo es se va alucinando al comprobar cómo se despilfarran dinerales que bien podrían solucionar problemas de la Tierra: el hambre pongamos por caso.
Lo dicho, a los USA y a la URSS les pasa lo mismo que a los amantes de Teruel: tonta ella, tonto él. Hasta más ver, pues. ¡Au!
Por: Tony Piojo
Con pensamientos como los de este articulista, poco habría avanzado la humanidad en toda su historia. Seguramente, lo ideal sería permanecer todavía en las cuevas, a la espera de que alguien inventase el fuego.
Llegar a la luna es un hito histórico gracias al cual hoy tiene cámaras digitales para hacer las fotos desde su móvil, placas solares para intentar ser más sostenible, trajes ignífugos para bomberos, la cama viscoelástica donde pueda que duerma todas las noches, el Velcro de las zapatillas de su hijo, tecnología de telecomunicaciones para conectar con otra parte del mundo o poder monitorizar a enfermos en los hospitales.
Quizás el dicho del dedo y la luna sea cierto.