Abandonad toda esperanza

Remakear

Abandonad toda esperanza, salmo 534º
Ya les he contado en alguna ocasión la genial respuesta que Raymond Chandler le dio al periodista que le preguntó qué opinión le merecía la forma en que las adaptaciones al cine de algunas de sus novelas destrozaban el material de partida: "¿Destrozar mis novelas? ¿De qué habla? Están todas ahí, en esa estantería, en perfecto estado". Lo mismo ocurre con los remakes: las películas que adaptan otras películas y que llevan a la crítica más fundamentalista a echarse las manos a la cabeza como si una nueva versión de, qué se yo, Ciudadano Kane o Cuentos de Tokio fuese a aniquilar todo rastro de la original de la faz de la Tierra.

Durante el pasado verano y lo que llevamos de otoño han pasado por la cartelera ejemplos varios de esta actividad vilipendiada por los cinéfilos más puristas pero, intuyo, muchas veces saludada con júbilo en la taquilla dada la insistencia de Hollywood en volver una y otra vez a contar lo ya contado: Ben-Hur, La leyenda de Tarzán, Cazafantasmas, Star Trek: Más allá, Jason Bourne, Independence Day: Contraataque, la nueva cinta de las Tortugas Ninja o la enésima entrega de Ice Age son películas que vuelven a adaptar los libros en que se basaban filmes anteriores, cuando no nuevas versiones directas de estos últimos (por lo general más ilustres o al menos mejor considerados); o bien se trata de las inevitables secuelas del éxito de turno.

La última en sumarse a esta interminable lista es Los siete magníficos, cuyo estreno ha provocado sarpullidos en muchos espectadores veteranos que se olvidan alegremente de que la mítica cinta dirigida por John Sturges en 1960 era a su vez un remake no confeso, cambiando el Japón feudal por el far west, de Los siete samuráis de Akira Kurosawa (otro que de adaptar oficial o extraoficialmente sabía bastante, y si no que se lo pregunten a Shakespeare). El encargado de comerse el marrón (o de forrarse a base de bien, según se mire) es Antoine Fuqua, quien no es la primera vez que se enfrenta a un material previo (ya hizo sus propias versiones del ciclo artúrico y la serie televisiva The Equalizer), pero que en cambio ha brillado particularmente cuando trabaja con guiones originales, como en el caso de los policíacos Training Day y Los amos de Brooklyn, ambos muy estimables. En esta ocasión se ha limitado a actualizar el film de Sturges, al que si no fuera por el carisma de Yul Brynner y Steve McQueen y la inolvidable partitura de Elmer Bernstein tampoco se le tendría en tan alta estima como se le tiene, recuperando algunos de sus mejores diálogos, reuniendo a un competente grupo de intérpretes encabezado por Denzel Washington y apelando a lo que siempre funcionó en las versiones anteriores del relato y en seriales como El Equipo A y similares: mostrar a personas nobles sometidas a los abusos del villano de la función y echar el resto en un último (y catártico) acto de justicia impuesta a sangre y fuego por los héroes de turno. O sea: nada nuevo bajo el sol, pero una experiencia cinematográfica que funciona como tal a la perfección. Y es que como decía hace unos días el dibujante de cómics (y fan irredento del western) Víctor Santos: "Apetecen películas como esta. Unos pocos hombres buenos se enfrentan a muchos malos. A veces una historia no necesita más".

Otro caso en el que se vuelve a contar más o menos lo mismo es, claro, el de las citadas secuelas... Pero cuando nos encontramos con la secuela de un remake ya es rizar el rizo: este mismo viernes se estrena Mechanic: Resurrection, segunda parte de aquella The Mechanic que pudimos ver hace un lustro y casi que olvidar de forma inmediata. Aunque muchos no lo sepan, en aquel film el actor (o mejor, el actioner) Jason Statham recuperaba un rol encarnado en 1972 por Charles Bronson; y si muchos no lo sabían se debe a que la película original, de idéntico título, fue rebautizada en nuestro país de forma bastante infiel (pero, reconozcámoslo, sumamente genial) como Fríamente... sin motivos personales. El rastro de aquella en los créditos de esta queda reducido a reconocer que los personajes fueron creados por Lewis John Carlino, responsable del guion del film original... que tampoco era nada del otro jueves. Pero si el remake no estaba a la (relativa) altura de aquel, a pesar de la intervención del propio Carlino en el libreto, la secuela de este es de un nivel vergonzante: donde entonces se apostaba por la seriedad y la concisión, ahora se prefiere la autoparodia y el espectáculo vacuo. Añadan a eso una Jessica Alba que pasaba por allí y un Tommy Lee Jones que por más que figure de forma destacada en los créditos realiza más un cameo que otra cosa. En resumidas cuentas: una absoluta pérdida de tiempo... impropia, por cierto, de un realizador hasta ahora tan prometedor como el alemán Dennis Gansel (supongo que recordarán una cinta tan poderosa como La ola), y que parece haberse vendido al dólar sin remisión.

Dicho esto, no se crean que esta locura por remakear es asunto exclusivo del séptimo arte: la televisión no le va a la zaga, y ya se han emitido en Estados Unidos los dos primeros episodios de The Exorcist, nueva versión de la novela de William Peter Blatty que fue llevada al cine con un éxito brutal a comienzos de los setenta en una cinta que todavía hoy está considerada como una de las películas más terroríficas de todos los tiempos. Pero de esta miniserie les hablaré cuando se emita aquí, y supongo que debe de estar al caer.

A todo esto: si les sorprende que no les hable de películas a priori más interesantes, como los nuevos trabajos de Mia Hansen-Love, Pedro Costa, Pablo Larraín o Jonás Trueba, les aclaro que se debe a que o bien no se han estrenado por aquí en versión original, o bien no se han estrenado de ninguna de las maneras. Particularmente doloroso es el caso de Elle, del gran Paul Verhoeven, a la que le tenía muchísimas ganas; imagino que tendré que esperar a que hagan el remake.

Los siete magníficos y Mechanic: Resurrection se proyectan en cines de toda España.

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