El Diván de Juan José Torres

Ripoll, Camps y VCD

Tras dos legislaturas de dominio absoluto, a Ripoll le han señalado la puerta de salida. Su crecido pulso a la fuerza de Camps le ha salido por la culata y le han propuesto una salida airosa, tan generosa que el hombre ha tenido donde elegir. Finalmente ha renunciado a formar parte del futuro Congreso de Diputados y hasta del tentador cargo de senador. Presidente del Puerto de Alicante, nada más. Buen sueldo y riesgo cero. Además se ha ido con cierta dignidad, sin los aspavientos de un mal perdedor e incluso más contento que derrotado. Todo lo contrario que nuestra Celia Lledó, desamparada, dolida e indignada por la depuración de su mentor.
La desaparición política de Ripoll es la confirmación de un carpetazo, la definitiva liquidación del ripollismo, como corriente heredera del zaplanismo. Sus principales avales han perdido sus alcaldías en Alcoy, Orihuela y Villena y esas derrotas pagan un alto peaje. La victoria de Camps ha sido más contundente y su venganza incuestionable. Pero analizando estas repercusiones en nuestra ciudad hay detalles que conviene recordar, como el papel de los entonces tránsfugas, después NA y más tarde Villena Centro Democrático, pues refrescando memorias ellos fueron los campistas.

La vorágine del tiempo inventa piruetas y los que un día fueron derrotados, hoy son los vencedores, los que ganaron entonces, humillados ahora. VCD se levantó, organizó y concurrió a las elecciones y ha logrado acceder al nuevo gobierno, volviendo al lugar que, probablemente, no debió abandonar nunca. El Observador, uno de los foristas con mejor criterio y antiguo columnista de EPdV, hizo una advertencia en la página digital, insinuando que cuando el PP local se regenere y recupere el espíritu de cordialidad y respeto, los concejales de VCD podrían regresar a sus filas, lugar del que jamás debieron salir. Aguda reflexión que no convendría perder de vista.

Si esta consideración tomara fuerza, si los cuadros del PP se renovaran con perfiles más saludables, podría generar un efecto dominó. De manera que, entregados a la especulación, el recién estrenado tripartito tendría la contingencia de la inseguridad y estaría amenazado por una supuesta moción de censura. Pero aun a pesar de la hipótesis, fabulada y remota ahora, todo cabe en los trapicheos políticos. Sin embargo me resisto, más por esperanzas que por argumentos, a aceptar esa posibilidad. En primer lugar porque a VCD le ha costado sudor y lágrimas remontar el vuelo y salir sus líderes electos, sin objeciones, en la representación municipal; en segundo lugar porque han originado ilusiones recíprocas en su electorado y por último porque buena parte de los votantes del PP jamás les perdonarán.

El recelo y animadversión de buena parte de las bases populares crearía un estado de desconfianza nada recomendable, con la sospecha permanente de si volverán en el futuro, aun por motivos distintos, a abandonar las filas. Hay trenes que pasan una vez en la vida y el viaje que ha emprendido VCD es una travesía sin retorno a los orígenes. Su éxodo errante en el desierto le sirvió para divisar nuevos objetivos, nuevas perspectivas y renovados expedicionarios. Más aun, no deberían contentarse con los logros conseguidos y competir en su nuevo espacio con el electorado del PP.

Por otra parte no le resultará sencillo al PP enmendarse con rapidez, pues los cortejadores de Celia han heredado sus vicios. Quizás los visos de mejoría o estancamiento se produzcan cuando se elija a la nueva ejecutiva local. Entre tanto Juan Richart tiene razón cuando recuerda que el tiempo les devolvió la razón, pero conviene recordarle que tiene pendiente una causa judicial. Pase lo que pase sólo espero que el centro derecha villenense recupere los hábitos democráticos que Celia despojó, sin que nadie olvide que la ambición desmedida y las apuestas arriesgadas pagan siempre precio.

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