El Volapié

Se busca traidor

De buena familia y con fines nobles, rubio, alto y delgado, bien parecido, de tez blanca y manos finas, peinado con gracia y vestido con elegancia, educado y con don de gentes. Capaz de vender a su maestro por 30 monedas de plata, de ceder a la tentación y de comer del fruto prohibido del paraíso, de asesinar brutalmente a su padre si fuese preciso, dispuesto a hacer negocios con el enemigo y conspirar en contra de sus propios hombres tanto en tiempo de paz como en el estado de guerra, de vender secretos atómicos a otra nación y capaz de jurar en falso cuando llegue el momento de ser nombrado por el Rey.
Se busca traidor poderoso y con ambición de ser más poderoso todavía, a cambio de hacer que caiga este régimen y a sabiendas que en pocas décadas habrá evolucionado hacia otro similar.

Desde los tiempos de Judas el Miserable, los traidores han campaneado por sus dominios convirtiéndose en héroes a los pocos minutos después de haberse visto al borde del cadalso.

La proclamación de la Segunda República ha pasado a la historia –y ¡ay! de aquel que ose dudarlo– como un ejemplo de alegría y libertad en el país de las maravillas. Sin embargo, ese adviento sólo fue posible por el trabajo de horadación que, desde dentro de la monarquía de Alfonso XIII, fueron llevando a cabo unos traidores al Rey que en poco tiempo se vieron convertidos en puntales del nuevo régimen, con calles, colegios y auditorios puestos a sus nombres. No es preciso hacer una lista.

El Franquismo amenazaba con perpetuarse tras la muerte de Franco y de nuevo fue una maniobra alevosa contra la Dictadura la que dio paso a otro régimen reformado políticamente. A pesar de que todos se quieren apuntar los tantos de haber logrado desde la clandestinidad que Franco muriese en la cama de un hospital de la Seguridad Social, la realidad es que fueron unos franquistas, traidores al franquismo, los que abrieron las puertas de la nueva era. Otros traidores convertidos en dioses de la noche a la mañana y a los que nadie osa cuestionar, salvo que se quiera ver en la picota. Tampoco hace falta la listica.

Son ciclos temporales parecidos, que duran lo que dura en emponzoñarse la mies. Hoy volvemos a hallarnos en una era digna de un cambio radical. Cambio que deberá sobrevenir desde dentro del régimen y que, obviamente, no van a emprender de motu proprio quienes van subidos a un carro que entre sus extras cuenta con SPA y miel de romero categoría extra por el túnel del amor. Además, ya se ocuparon los últimos traidores en bautizarlo como democracia para que –de ese modo– nadie sea capaz de atentar contra un régimen que lleva ese respetable nombre.

Por eso se buscan traidores guapos, con pelotas y risa fácil, con mirada larga y paso corto, dispuestos a aguantar la mecha humeante durante cinco minutos a cambio de tener a su nombre calles, colegios y auditorios durante otros cuarenta años.

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