De recuerdos y lunas

Si yo fuese Dios

"Si yo fuese Dios". Con este verso arranca el poema "Me basta así" del libro "Palabra sobre palabra" del poeta Ángel González, fallecido el sábado pasado en Madrid. Descanse en paz y viva por siempre entre nosotros su voz pero... Mal empezamos el año, muy mal, muriéndosenos un poeta.

Ángel González (Oviedo 1925 y –por desgracia ya lo sabemos– Madrid 2008) guió y alentó, como Jaime Gil de Biedma, nuestros primeros versos del poeta que queríamos ser allá por los ochenta. Este influjo de González nos lo ha recordado el profesor Ángel Luis Prieto de Paula en un artículo de urgencia –que no ligero– publicado en INFORMACIÓN el domingo trece inmediato a la muerte del escritor. Un artículo titulado, con el ingenio que caracteriza a nuestro profesor, "Un Ángel apellidado González". En él, Prieto de Paula escribe que desde Estados Unidos, adonde marchó González llevado por "el aire infecto de los años cincuenta y sesenta (...) consiguió ser uno de los poetas más atendidos por los jóvenes que comenzaban a escribir". Nosotros, y antes que nosotros fueron otros y después de nosotros aún han sido otros como el cantautor Pedro Guerra que le homenajeó con "La palabra en el aire", fuimos esos jóvenes. Por eso estas letras que escribo que quieren ser consideración.

Si yo fuese Dios... La verdad es que yo no sabría qué hacer. Quizás evitar la muerte de los poetas. Sí. Prohibirla. ¡Prohibido morir los poetas! Si yo fuese Dios... No. No sabría qué hacer. Sin embargo, en el poema en que decimos este verso, Ángel González lo tiene claro porque tiene claro su amor: "Si yo fuese Dios / y tuviese el secreto, / haría / un ser exacto a ti". Y sigue dirigiéndose a quien ama con eso tan tierno de probar al ser querido –y recién hecho– de la misma manera que los panaderos prueban el pan, "con la boca". O con lo de besarse sin hacerse daño. O con lo de poner mucha atención cuando los besos. Ángel González lo tenía claro porque siendo así, Ángel González enamorado, aun siendo Dios, no querría ser otro que Ángel González enamorado, Dios encarnado en el amor. O, resucitado por el amor, "Lázaro alegre".

Y también recordamos ahora en la hora de su muerte que cuando escribíamos teniendo como fondo su voz nos gustaban aquellos versos divertidos e impúdicos de "A veces" que empezaban afirmando: "Escribir un poema se parece a un orgasmo". Y donde la ironía y el juego de significados traían a César Vallejo y aquello del "... y no me corro". O en nuestra efervescencia política, extrañada y huidiza de los tonos panfletarios que empezaban a sonarnos trasnochados o incluso demagógicos, aquel titulado "Elegido por aclamación" donde alguien sin concreto color político confunde peligrosamente el "¡A las urnas!" con el "¡A las armas!"; y entonces el alguien –que "era pundonoroso y mató mucho"– gobernaría con poderes totales sobre el cementerio. Nefastas consecuencias por unas simples letras, por un "malentendido" que ha sido tantas veces en la historia. Que ha sido y que es.

¡Cuántos ratos de lectura en nuestros años de estudiante en la Universidad debemos a poetas como Ángel González! ¡Cuántos poemas compartidos en amistad descubriendo la vida con efusión porque nos hablaban de vida! Por la noche y hasta el amanecer esperando la salida del sol por las playas desiertas de turistas, recorriendo la costa en coches prestados para absorber la luz y los frescores de la madrugada. Vacíos los bolsillos y rebozándonos de arena. Vislumbrando horizontes. Ángel González ha muerto. Un poeta, siendo enero, ha muerto. "El silencio ha crecido como un árbol."

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