Abandonad toda esperanza

Sin perder las buenas costumbres

Abandonad toda esperanza, salmo 496º
Ya les he comentado en alguna ocasión -de hecho, en la primera columna de varios años, como es el caso- que tengo por costumbre empezar el mes de enero viendo y leyendo clásicos más o menos incontestables del cine, la narrativa y el cómic; es mi forma de empezar el año con buen pie, y este 2016 no ha sido una excepción. En el caso del cine, me he enterado gracias a las redes sociales de que, curiosamente, no soy el único que lo hace; así pues, somos una suerte de sociedad secreta cuyos miembros no nos conocemos unos a otros, pero nos dedicamos cada día 1 de enero a lo mismo: ver un clásico del séptimo arte... Y si bien algunos optan por revisitar sus títulos favoritos, yo siempre apuesto en la medida de lo posible por saldar cuentas pendientes. Este año, siguiendo con la lista de Sight & Sound de las mejores películas de todos los tiempos, me tocaba ver Al azar, Baltasar de Robert Bresson, pero quiso precisamente el azar, en forma de problema técnico, que tuviese que cambiar la programación a última hora. Así pues, recurrí a Luces de la ciudad, uno de los títulos más prestigiosos de Charles Chaplin; y empecé a verla no sin cierta pereza, dado que -lo reconozco con pudor- no soy un admirador del icono de Charlot (títulos posteriores como El gran dictador o Monsieur Verdoux ya son otro cantar), pero tengo que admitir que este film, que como era costumbre por aquellas fechas en la filmografía de su autor aúna drama sentimental y comedia slapstick, sigue funcionando como un reloj ochenta y cinco años después de su estreno. Como curiosidad, señalar algo que Fernando Trueba escribió en su magistral Diccionario de cine -uno de mis libros de cabecera desde que lo leí hace casi dos décadas-, y que se me quedó grabado a fuego: que esta cinta, junto con Tabú de Murnau y Tiempos modernos del propio Chaplin, son "las únicas películas auténticamente mudas, pues sus autores optaron por que lo fueran, pudiendo tener sonido". Acto seguido, añadía: "Tres obras maestras, por cierto". Por mi parte, y pese a la opinión personal manifestada antes: nada que objetar, señoría.

En el caso de la literatura, este año me he reincorporado a la actividad laboral leyendo El unicornio, la séptima novela de la autora Iris Murdoch. Cuando escribo estas líneas todavía ando por el primer tercio, pero si el resto del libro está a la altura de lo que llevo leído muy bien podríamos hablar de una de esas obras maestras semidesconocidas de la historia de las letras. Sorprendentemente considerada por algunos críticos y lectores fieles de esta autora fallecida en 1999 como una obra menor, personalmente se me antoja una revisión de los estilemas de la novela gótica -que ya no estaba precisamente de moda cuando se publicó por vez primera en 1963- tejida con tanta sutileza por parte de su autora como para que no se le note a simple vista su indudable condición de relectura postmoderna, y por tanto funcione a la perfección como un relato gótico per se. En resumidas cuentas: una delicia para los amantes de la literatura con mayúsculas, con traducción del también escritor Jon Bilbao.

Y termino con un cómic excepcional: el primer volumen de la colección que recopilará toda la Vampirella del malogrado Pepe González. Los aficionados más veteranos ya sabrán que allá por los años setenta, la Warren Publishing se alimentó durante bastante tiempo del talento de varios dibujantes españoles, la mayoría provenientes de Selecciones Ilustradas, la agencia artística de Josep Toutain. Este fue el caso de Luis Bermejo (que lamentablemente falleció el mes pasado), Josep Maria Beà, Sanjulián, Víctor de la Fuente, Luis García, José Ortiz o el propio Pepe González, sin duda uno de los más talentosos: hoy día resulta indiscutible que, aunque no fue él quien creó el aspecto físico del personaje concebido por Forrest J. Ackerman (la diseñó Trina Robbins y antes que él la dibujaron Tom Sutton y Mike Royer), su versión, profundamente terrenal y sexy pese a tratarse de un personaje fantástico y oscuro, ha pasado a la historia del cómic como la definitiva. Háganse con este primer tomo y descubran por qué.

El unicornio y Vampirella de Pepe González están editados por Impedimenta y Planeta DeAgostini Comics respectivamente.

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