Abandonad toda esperanza

Tebeos bajo el árbol de Navidad

Abandonad toda esperanza, salmo 114º
En estos días tan proclives a regalar y ser regalado, el continente se muestra tan importante o más que el contenido, pues a muchos les preocupa lo de quedar bien y que se note que se han gastado los cuartos en las personas a las que quieren. Ahora bien, no hay que dejar de lado la calidad, ¿y qué mejor que regalar clásicos, que se leen una y otra vez como si fuese la primera? Por tanto, una buena opción es regalar tebeos: los días en que eran solo un manojo de hojas unidas por grapas y que costaban veinte duros han pasado, como la peseta, a mejor vida; y el hecho de ser un arte gráfico siempre les da una presencia visual bastante atractiva. Si a ello añadimos que últimamente se han reeditado joyas del noveno arte que no solo no avergüenzan a nadie, sino que dignifican las librerías que las cobijan, mejor que mejor.

Es el caso de La balada del mar salado, primera aventura de Corto Maltés, el emblemático marino creado por Hugo Pratt. Cuando se cumple el cuarenta aniversario de su aparición de forma serializada, ve la luz una edición de lujo que respeta, por vez primera, el tamaño original de las planchas del autor. Por lo tanto, si se deciden por esta opción, llévense una carretilla a la tienda, o al menos desayunen contundentemente esa mañana... Por lo demás, la historia se sigue leyendo con el mismo placer que hace cuatro décadas: un relato aventurero plagado de piratas, islas perdidas, caníbales y conspiraciones que remite a grandes escritores del género, de Melville a Stevenson pasando por Verne; y que transmite la sensación de peligro ante un mar embravecido o la luz del sol al atardecer sobre el rostro de sus protagonistas.

Otra obra imprescindible es El Eternauta, el cómic más importante de la historieta argentina: escrito por Héctor Gérman Oesterheld, desaparecido durante los años de la dictadura, y con dibujos de Francisco Solano López, se recupera también por su aniversario (este, el cincuenta) en una edición conmemorativa que demuestra la perdurabilidad de este clásico de la ciencia ficción que haría las delicias de Borges.

Como los grandes músicos en sus conciertos, dejamos lo mejor para el final: una obra que lleva la firma, como no podía ser de otra forma, del gran Will Eisner. ¿Recuerdan que les recomendé Contrato con Dios calificándolo como el Gran Cómic Americano? Pues créanme que la producción de Eisner es inagotable, como demuestra una serie de historias cortas que se editan ahora en formato de lujo y que justifican por qué su autor es considerado hoy el padre de la historieta moderna. Porque eso es Nueva York: una obra maestra que aglutina lo mejor del cómic como medio de expresión artística, y que recopila cuatro obras que muestran al Eisner más intimista, lejos de las peripecias policíacas y la atmósfera pulp que caracterizan a su más célebre creación: The Spirit. Aquí nos regala una serie de relatos breves que, solo con algunas pinceladas, capturan el alma de la Gran Manzana y sus habitantes a lo largo del tiempo.

Tres obras imprescindibles, en glorioso blanco y negro (como diría el añorado Terenci Moix, pionero en esto de escribir sobre tebeos en España), y que demuestran que lo de que la historieta es un arte como cualquier otro ya viene de lejos. Este año, pidan cómics para Reyes; y aprovechando la coyuntura, tengan picardía y pidan los más caros.

La balada del mar salado, El Eternauta y Nueva York están editados por Norma Editorial.

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