El Volapié

Toreo de salón

Los artistas saben muy bien que para tener éxito en su oficio deben hacer las cosas de forma distinta. Destaca aquel mago, por ejemplo, que es capaz de dar un toque personal al típico truco, de combinarlo con otros o de encontrar una nueva forma y más divertida de presentarlo.
En el mundo laboral, casi siempre muy alejado del arte, también andamos a la caza de buenas nuevas y mejores posibilidades, cada cual con sus propias inquietudes y con el correspondiente norte a la vista.

Siempre he buscado la manera de trabajar en casa animado por el reto de poder conciliar al máximo la vida familiar con la laboral. Vamos, como torear de salón y cobrar por ello.

Taurinamente hablando, esta modalidad consiste en ensayar todo lo que se hará delante de un toro pero frente a un espejo, frente a la sombra de una tapia, ayudado por un compañero que hace las veces de toro o por un carretón que tiene la embestida soñada. Esta disciplina se denomina así porque, como la esgrima, se puede realizar bajo techo en la propia casa. Ángel Flores El Mejorano tomó la alternativa en Villena hace cuarenta años –fue el primero en hacerlo en nuestra plaza–, se retiró al poco tiempo y me ha confesado que todos los días continua toreando de salón en cuanto tiene un momento.

Gracias a las nuevas tecnologías, también vamos siendo muchos los que tenemos la suerte de trabajar en casa con sólo disponer de una mesa de cuatro patas, un ordenador de regional preferente y un acceso a internet de primera categoría. Tener un puesto de trabajo en casa requiere mucha autodisciplina, mucha más si además trabajas por tu cuenta y riesgo. Trabajar en casa, como en cualquier otro lugar, requiere el estricto cumplimiento de un horario mínimo de trabajo, que no se parece demasiado al de los políticos que tienen garantizado su sueldo aunque lo hagan requetebién. El trabajo gestionado desde casa es un sistema eficaz, que funciona perfectamente, que permite fundir la vida profesional y la familiar, lo cual es posible en nuestra era y no antes, es algo que en los países del norte de Europa resulta normal y un formato que en mi querida España cuaja con lentitud. En Villena pesa como una losa porque trabajar en casa les parece a muchos como no trabajar.

Conozco una fábrica de zapatos que en su sala de espera tiene un precioso cuadro que representa a una aparadora fija en su tarea, de espaldas y tomando la luz que entra por su ventana. En la parte izquierda y sobre el suelo el autor dibujó un capazo de esparto con un bebé mirando sonriente a su madre. Todo un poema.

Así que va a resultar que el teletrabajo no lo han inventado los anglosajones y, por lo tanto, que trabajar en casa con un ordenador debe ser lo mismo que trabajar en casa con una máquina de aparar.

Como el mago, soñemos con crear nuevas profesiones pero que no resulten fáciles de imitar como mejor garantía ante crisis futuras.

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