De recuerdos y lunas

Trilogía de Soria. II

Hoy, amiga Carmen Fita, es mañana y si para ir a San Saturio recorrimos el Duero por su margen izquierda, visitado el santuario vale la pena retornar por la margen derecha.
El Duero nos despista un poco porque la corriente engaña. En ocasiones el viento mueve las aguas hacia el norte y nos da la impresión de que el río sube. Esto se debe a que aguas abajo construyeron un embalse y desde entonces, además de llevar más elevados sus márgenes, las aguas retenidas se mueven al capricho del viento. En ocasiones en dirección contraria al curso natural. Subimos por la margen derecha por el paseo de San Prudencio y por el del Postiguillo pasando por el soto playa, una especie de isla en el río donde las gentes se bañan y practican piragüismo.

Con el coche nos acercaremos a Garray, Numancia. Han reconstruido unas viviendas. Una romana, otra celtíbera. La visita guiada es excelente imaginándonos el histórico cerco de Escipión. Desde Garray, por la carretera de Logroño, nos desviamos donde señala Tera. Pasamos por pueblecitos bellos, unos más arreglados que otros donde ha proliferado el turismo rural. Desde Tera iremos hacia Hinojosa de la Sierra donde existe un interesante palacio renancentista. Pasamos Tera, Rollamienta, Villar del Ala, Aldeula del Rincón... Hacia El Royo. De momento renunciamos ir a Vinuesa y paramos en Hinojosa de la Sierra. Por Toledillo regresaremos a Soria. Lo que hemos recorrido es el perímetro de la Sierra de la Mata, al límite con la reserva de Urbión. Todos los caminos-carreteras son bellos. Pasamos entre las sierras disfrutando de encinas, sabinas, pinos o campos de cereal.

Otro mañana es la Laguna Negra. Por la nacional 234 nos desviamos por Cidones. Pasamos por encima de la presa del Embalse de la Cuerda del Pozo. Llegamos a Vinuesa. Posiblemente veréis preparativos para la pinochada. El 16 de agosto, en honor a la Virgen del Pino, celebran este festejo donde las mujeres la emprenden con pinochos contra los varones del pueblo. Las guías son confusas al explicar la tradición que también es de soldadesca. Tenga el origen que tenga lo que sucede es que las mujeres que primero hacen dos bandos diferenciados entre casadas y solteras acaban zurrando con rama de pino a los hombres. El pan y el chorizo de Vinuesa son productos exquisitos. En Vinuesa nos entretenemos viendo casas solariegas, especialmente las de la calle Luenga.

Desde Vinuesa vamos camino de Montenegro de Cameros. Acostumbrados a las autopistas los kilómetros se hacen largos, pero si queremos verdaderamente viajar no convienen las prisas. No hay por qué correr. Por el puerto de Santa Inés llegamos a Montenegro que está en el fin del mundo. Es un pequeño pueblo empinado, encajonado entre sierras de oscuros colores. Su altitud hace pensar en un invierno frío. Su pasado esplendor se fundamenta en las merinas de la Mesta. Subiendo cuestas por sucias calles llegamos a la ermita de San Mamés, la única que se conserva de las siete ermitas que tuvo la villa. También, imponente, está la iglesia gótica de la Asunción. En estas pequeñas poblaciones llama la atención la considerable desproporción de la Iglesia con las casas, apareciendo la primera como mole protectora o celosa vigilante chismosa de la vida de las gentes. Por el mismo camino por donde hemos ido, pasando otra vez por el puerto de Santa Inés, llegaremos por diferentes caminos a la Laguna Negra. El coche hay que dejarlo a tres kilómetros. Hay autobús público hasta la Laguna pero andando se llega en unos veinte minutos. El espacio, consiguiendo el silencio, es mágico. Silencio mágico de agua.

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