Abandonad toda esperanza

Un 2011 de película

Abandonad toda esperanza, salmo 301º
Finaliza otro año, y como ya es costumbre quisiera repasar las que me parecen las mejores películas estrenadas durante el mismo. Me fastidia un poco tener que entregar esta columna antes de poder ver El Topo, porque me huelo que esta adaptación de la novela de John le Carré estará entre lo mejor de la cosecha. Y no es raro que suceda algo así; de hecho, la que me parece mejor película del 2011 se ha estrenado esta última semana: Drive es mucho más que una adaptación de la novela negra de James Sallis, siendo tanto un cuento de hadas en versión urbana como un homenaje a la estética del cine de los 80. Con ella, el director Nicolas Winding Refn se pone en primera fila de los cineastas de nueva hornada y Ryan Gosling se confirma como uno de los mejores actores de su generación.

La única cinta que podría hacerle sombra a la anterior también es un film policíaco... y español: No habrá paz para los malvados revalida a Enrique Urbizu como el mejor realizador de este género que tenemos en nuestro país, y vuelve a demostrar que José Coronado es mucho más que un rostro agradable para presentar anuncios de yogures con fibra. Si hay justicia en el mundo, los próximos premios Goya se repartirán entre esta cinta y la última de Pedro Almodóvar: La piel que habito es el mejor trabajo del director manchego en años, con un Antonio Banderas soberbio y una Elena Anaya conmovedora para un relato repleto de sorpresas que está a medio camino entre el género negro (no olvidemos que adapta libremente una novela de Thierry Jonquet) y el terror más morboso.

Las otras grandes películas del año vinieron de la mano de algunos de los cineastas más reputados de los últimos tiempos: es el caso del siempre polémico Terrence Malick, que pese a ganar la Palma de Oro dividió a crítica y público, pues a El árbol de la vida hay tanto quienes la consideran una obra maestra absoluta como quienes piensan que es un film artificioso, hueco y pretencioso. Más unanimidad logró Woody Allen con Midnight in Paris, una comedia que bajo su apariencia ligera e incluso frívola oculta un meditado discurso acerca de la insatisfacción vital. Por su parte, David Cronenberg cambió de registro formal sin renunciar a muchas de sus obsesiones temáticas con la soberbia Un método peligroso, o los orígenes del psicoanálisis de la mano de Freud y Jung.

Para completar un Top 10 del cine del año citaría dos películas estadounidenses y dos europeas: las primeras, The Fighter y Contagio; o lo que es lo mismo, un drama sobre perdedores en el mundillo del boxeo como solo sabe hacer el mejor cine norteamericano y la aportación de Steven Soderbergh al subgénero catastrofista de las enfermedades víricas. Del cine hecho en el viejo continente, es de ley destacar Habemus Papam, el último trabajo del italiano Nanni Moretti protagonizado por un espléndido Michel Piccoli en la piel de un Sumo Pontífice presa de un ataque de pánico, así como El niño de la bicicleta, lo más reciente del cine social de los infalibles hermanos Dardenne.

Hubo otras muchas buenas películas en un año que empezó flojo pero que remontó al final: ese riguroso thriller político que fue La deuda, las paradojas temporales de Código fuente, el homenaje al cine mudo de The Artist, Melancolía o el Apocalipsis según Lars von Trier, el regreso de Sofia Coppola con Somewhere... pero nos quedamos sin espacio como para extendernos más, y no quiero despedirme sin desearles un estupendo Año Nuevo a todos los lectores de El Periódico de Villena.

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