Un cráter en Madrid
Si para unos fue un hecho canalla, para otros, aun denunciando la violencia o alegrándose por ella, esa muerte abría el futuro de España
Cuando nos planteamos este Bien estamos, estamos como continuidad del ¿Cómo están ustedes? que durante 2013 habíamos escrito para celebrar el cincuentenario de los nacidos en 1963 –aquella movida de "Edad de Oro. Los 50, un Tesoro"– no teníamos intención de repetir temas tratados, pero la lectura del dossier que LA AVENTURA DE LA HISTORIA, en el número de diciembre, ha dedicado al atentado de ETA contra Luis Carrero Blanco ha reavivado nuestro interés por este asunto que vivido con diez años despertó, como escribimos en "Magnicidio", "cierta inquietud por las cosas de los gobiernos. (…)
Porque con diez años escuchamos distintos pareceres, variados y contrastados, respecto al atentado. Porque si para unos fue un hecho canalla, para otros, aun denunciando la violencia o alegrándose otros incluso por la violencia, esa muerte abría el futuro de España y rompía una potencial continuidad del régimen franquista".
Eso, alejando la pretensión de aparentar que con diez años ya nos interesaran asuntos lejanos a las preocupaciones de un niño, como la política; pues para nada fuimos precoces. Pero es cierto que aquel atentado empezó a mostrarnos que el mundo en el que vivíamos era más complejo de lo que creíamos. Sobre todo por lo dicho: por descubrir, atendiendo reacciones de la gente, que ante un hecho brutal cabía el lamento de unos como el júbilo de otros.
De la mano de cuatro especialistas, el dossier de la revista profundiza en el acontecimiento. José Antonio Castellanos López, de la Universidad de Castilla-La Mancha, analiza el perfil político de Carrero Blanco, fiel al Caudillo. Gaizka Fernández Soldevilla, del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, reconstruye con detalle el atentado, su motivación y desarrollo. Alfonso Pinilla García, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura, bajo el descriptivo subtítulo "De la ocultación a la apuesta por la evolución", coteja el tratamiento del asesinato en la prensa de la época. Muy interesante.
Y finalmente, Antonio Rivera Blanco, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco, considera las consecuencias del asesinato en la Transición concluyendo –copiamos el resumen que se hace del artículo en la revista– que "el atentado hizo imposible una continuidad franquista, un franquismo sin Franco, pero no pudo fijar la dirección del proceso alternativo, que acabó siendo el de la reforma, precisamente el que menos deseaba ETA. Al contrario, (…) a lo que sí que contribuyó fue a fijar la identidad ontológica de aquella organización: la violencia". Lo de la imposible continuidad de un franquismo sin Franco, incluso al margen del atentado, también se valora en este artículo aludiendo al fracaso de la opción Arias Navarro.
Lo que importa y por ello decidimos volver sobre el acontecimiento es que lo aportado en el dossier concreta aspectos que anulan las tesis conspiranoicas que suelen trufar con supuestos rocambolescos el análisis de estos sucesos. La labor historiadora consiste en poner luz a los hechos; y la distancia temporal sobre lo acontecido, si bien puede sisar algunos detalles precisos, no menos despeja los ruidos y rumores de lo instantáneo, ofreciendo desde ese distanciamiento las perspectivas de causalidad y consecuencias.
Con todo, que no se nos olvide, a fuer de verdades de Perogrullo, lo que dijimos ayer: "Un asesinato es un asesinato. Un robo, un robo. La violencia, violencia. Y el terrorismo, terrorismo". Y terrorismo fue aquel veinte de diciembre del 73, un cráter en Madrid que asesinó a Carrero Blanco, al chófer José Luis Pérez Mogena y al escolta Juan Antonio Bueno Fernández. Tres muertos más siete heridos, balance del crimen de cuando empezamos a apreciar que el mundo en que vivíamos era complejo.