Un domingo electoral
A lo mejor cada uno de los tres votamos a un partido diferente. O no. Esa es la Villena en la que me reconozco
Los domingos electorales son hermosos. Ocasiones para el reencuentro. Y caras ilusionantes. En ellos la ciudad entrega las llaves a quienes han de gobernarla durante los próximos cuatro años. Y en el anhelo de merecerla, durante unas horas todos somos felices. Votantes y candidatos.
De los muchos instantes vividos aquel 26 de mayo que ya comienza a antojarse lejano, en mi memoria permanece uno claro y diáfano. Aquel en el que me crucé con Ángel Luis Prieto de Paula y su suegra, Catalina Tomás, justo en la puerta de la antigua Caja de Ahorros Provincial de Alicante.
Catalina, que hace tiempo cruzó el Rubicón de los 90 años, iba impecable. Muy señora. Como si se fuera a la ópera. Y no andaba desencaminada, puesto que se dirigía al Teatro Chapí, donde se ubica su colegio electoral. Llevaba mucho tiempo sin verla. Enseguida me vinieron a la mente las estampas de la Droguería Moderna, junto a la Puerta de Almansa, en la calle Ramón y Cajal. En un momento volví a verla en el mostrador junto a su marido. En su fachada colgaba su cartelera el cine Imperial, con los títulos y los horarios escritos con buena caligrafía siempre en tiza blanca. Catalina es hermana de Maribel Tomás, quien regentara junto a su marido hasta su jubilación otra droguería en la calle Mayor, que era la que yo veía de niño desde mi balcón.
Por asociación de ideas, en cuanto vi a Ángel Luis acompañando a Catalina, me vino a la cabeza Millás. ¿Cuántos artículos podría escribir partiendo de esas dos palabras, Droguería Moderna? ¿Qué historias podrían salir de los anaqueles de la tienda y su trastienda?
El lenguaje de Ángel Luis Prieto de Paula también es brillante. Nunca tuve la suerte de tenerle como profesor, gozo del que sí rindió buena cuenta Mateo Marco Amorós, por sólo un curso de diferencia. Pero no me he privado del placer de escucharle siempre que he tenido ocasión, fuese en un curso de invierno o de verano. La última conferencia a la que asistí versaba sobre la obra de Juan Gil-Albert. Pero el tema, con perdón, era lo de menos. En el orador Prieto de Paula importa el qué, pero lo que de verdad se goza es el cómo: las apostillas, los paréntesis, las acotaciones, la anécdota convertida en pieza literaria.
Cómo me alegró este encuentro con Ángel Luis y Catalina. De hecho, iba a escribir a propósito de las elecciones locales cuando se ha cruzado la fotografía de este instante. Por algo será. A lo mejor cada uno de los tres votamos a un partido diferente. O no. Esa es la Villena en la que me reconozco.