Un sueño imposible. De musicales y CJDB
Un lugar de encuentro abierto, tolerante y festivo, dirigido por jóvenes voluntarios que se esfuerzan en educar a través del tiempo libre…
Cuando se abrió el telón del teatro la Pili se giró sobre su butaca y me miró con cara de pánico. “Cómo hagan una versión moderna la hemos cagado, Román”. Menos mal que todo quedó en un susto inicial. En un decorado innovador y futurista que no fue más lejos de ahí. Don Miguel de Cervantes representó su función sobre Don Quijote como siempre. Con los mismos chistes, diálogos y canciones. Entre arrieros, caballeros y doncellas. En una posada castellana que, por arte de brujería o locura, se convierte cada noche, a ojos del espectador, en un espléndido castillo medieval.
Estaba en Londres pasando el puente. Viaje relámpago y low cost para visitar a mi buena amiga Pili (María del Pilar, por si esto lo lee su madre), callejear por la capital inglesa e ir a ver juntos, en la última fila del último anfiteatro, “The man of la Mancha”, mi musical favorito. Ya había estado en Londres antes, pero nunca con una guía “local”. Pili lleva allí casi 6 años, que se dice pronto, e hizo de perfecta cicerone. London me pareció una urbe diversa y abierta. Repleta de rincones y lugares alternativos, locos mercadillos, locales de música en directo, inmensos y cuidados parques… una ciudad donde se respira libertad y mestizaje. Por momentos, me dio la sensación que podría haber ido vestido de nazaríe por Trafalgar Square sin llamarle a nadie la atención.
Pero hemos venido a hablar de teatro, que diría Francisco Umbral, y en cuanto a musicales se refiere, del primero del que yo me enamoré fue de Los Miserables. Con trece o catorce años era el primer musical del Centro Juvenil Don Bosco en el que participaba. Repartiendo trípticos en la puerta y vendiendo agua en los descansos. Recuerdo al Ñoño haciendo de Jean Valjean, la muerte de Fantine, Éponine o Gavroche y la barricada que se montaba en el escenario del teatro de los Salesianos, como si aquello fuera París en plena revolución.
El año siguiente ya pude salir “actuando”. Era el arriero número 9 en el musical El Hombre de la Mancha. No tenía ni una frase, hacía de figurante, campesino o preso, lo que hiciera falta. Ni decir tiene que me lo pasé pipa. Nunca olvidaré a Vicen haciendo de Don Quijote, con aquella cara de loco de atar; a Sandra, que bordaba el papel de Aldonza; a José Carlos, nuestro Don Miguel de Cervantes, recitando los versos iníciales del Quijote; a Víctor Lucas interpretando a Sancho Panza como sustituto inesperado de última hora, porque el pobre Chema, que tendría que haber hecho el papel, se había descalabrado semanas antes del estreno; las canciones con la voces de José Sacristán o Paloma San Basilio; las partidas de futbolín antes de los ensayos; los cuadros plásticos con Ángel Guerola sujetando un tonel de vino o el “casteller humano” que montábamos los amigos en la canción del dorado yelmo de Mambrino.
Viví muchos más años el ambiente del Centro Juvenil Don Bosco. Primero como destinatario y luego como monitor y presidente. En ese tiempo tuve la oportunidad y la fortuna de disfrutar de un lugar de encuentro abierto a todos, tolerante y festivo, dirigido por jóvenes voluntarios que se esfuerzan de manera constante y paciente en educar a través del tiempo libre, ofreciendo una alternativa de ocio saludable y un lugar de sana convivencia para la infancia y la juventud de Villena. También participé y colaboré en primera persona en el proceso de creación y montaje de muchos otros teatros, algunos de ellos dirigidos por Pili, con quién hace unos días me sentaba en Londres. Sé los meses que suponen de aprendizaje y superación, de sacrificio y esfuerzo, de diversión y compañerismo.
Durante 19 años consecutivos de musicales han sido cientos los jóvenes que han crecido alrededor de las tablas del teatro de los Salesianos. He visto desde las butacas o entre bambalinas Jesucristo Superstar, Mamma Mía, NotreDame de París, Matilda, Tarzán, El Rey León, Hairspray, We Will Rock You, El príncipe de Egipto, Vivimos Siempre Juntos, Oliver Twist, Aladdín, Glee o La Bella y La Bestia… pero para mí, ninguno es comparable al Hombre de la Mancha. Quizás porque fue mi primer musical y ese cariñoso recuerdo permanece imborrable en la memoria, tal vez porque es más teatro que baile, acaso porque es una función dentro de otra función o igual porque habla de forma madura y serena sobre sentimientos y deseos encontrados, honradez e integridad, luchar por unos ideales, amar con bondad, ser capaz de defender lo correcto y soñar. Soñar lo imposible.
El próximo domingo iré a ver el nuevo musical del CJDB. Este curso le toca el turno a “Footloose” y tengo ganas de disfrutarlo. De pie, apoyado en los radiadores del fondo del teatro de los Salesianos, como me enseñó a hacer el tito Gil. Estoy seguro de que allí, viendo un año más a una nueva generación de monitores nerviosos y estresados antes de que se levante el telón, a otra generación de jóvenes alegres que bailan e interpretan las escenas y canciones de un nuevo musical, me sentiré un poco menos joven pero mucho más feliz. Sentiré que lo del Centro Juvenil Don Bosco sí que ha sido, y sigue siendo, un sueño posible.